-
El registro es gratuito. Luego de completarlo recibirá claves en su casilla de E-mail, para descargar los artículos y recibir novedades.
- Más información
- Descarga Gratuita
- Descarga Gratuita
la práctica
¿Donde Esta El Caso?
Patricia Valeria Aréchaga
Amparo tiene 58 años, José, 61. Luego de 8 años de estar juntos se casaron. De eso hace ya 5 años.
En las épocas previas al matrimonio, José seguía viviendo en su provincia, por lo que en realidad sólo convivían tres meses por año, cuando él venía a la ciudad.
Conviven en un departamento que adquirieron al contraer nupcias en 1997. En consecuencia, desde el punto de vista jurídico es un bien ganancial.
Para la compra del inmueble, él había aportado un dinero proveniente de su familia y el resto había sido financiado con un crédito hipotecario que ella pagó sostenidamente. En dicho hogar también vive con ellos un hijo adulto de Amparo.
Ella tiene título terciario en el área de salud y un gran compromiso con su labor, lo que la ha llevado a tareas de investigación en su área. Toda su vida trabajó. Su vida es el trabajo. A él, en cambio, no se le conoce oficio continuo. En los años de convivencia con Amparo, José trabajó unos meses como remisero hasta que le robaron el auto. Hoy es un desocupado.
Durante un tiempo, José vivió en el extranjero donde contrajo matrimonio, pero luego se divorció y volvió a la Argentina. Él tiene su “parada” con los jubilados en la plaza de enfrente de su departamento. Come allá con ellos y pide monedas a los autos que se detienen en el semáforo.
Ellos llegan a la mediación por un pedido de alimentos de José.
- ¿Qué busca en este proceso?, le pregunto a José.
- Tener una vida mejor - me responde - Ella no me da de comer, no me deja cocinar ni bañarme. No me da de comer
Él relata que fueron a un psicólogo a partir de una intervención judicial por una denuncia de violencia que Amparo realizó en su contra en 1999.
Sin embargo, él asegura que también padece violencia. Además dice que no tiene trabajo, que no quiere vivir más con ella, y que quiere el divorcio pero que lo quiere hacer “como personas civilizadas, sin enojos, sin peleas”.
Amparo viene “para saber de qué se trata”. “El es tan ambiguo”, afirma, y luego empieza a narrar que ella ha iniciado una exclusión del hogar hace aproximadamente dos años, pero todavía no hay resolución al respecto.
En ese momento, interviene el abogado y relata que ha intervenido el Cuerpo Médico Forense y que ha dicho que no pueden vivir más juntos. Hace 4 años que se llevan mal.
Amparo muestra fotos que denuncian, según ella, que José duerme todo el día -una imagen donde él está acostado-, que vive como un ciruja -una foto con sus calzoncillos y medias colgados arriba de la cama con una soga-, que sólo le importa él -valijas alrededor de su cama con candado-. Luego saca un papel con la inscripción “loca”, que dice que fue dejado por él en su almohada, y otro que dice “ladrona”, que él dejó a propósito en su ropero a causa de haber descubierto que ella abrió su placard sin su autorización. ¿Cómo supo que ella había abierto el placard? Porque había dejado cabello en las puertas. Idéntico comportamiento asumió con su radio donde colocó goma de mascar para saber si ella se la había prendido o no.
Mientras tanto, yo voy pensando mi hipótesis con los datos hasta aquí obtenidos en un número infinito de preguntas ¿Para qué están juntos? ¿Cómo viven así?
Convoco entonces a una reunión privada con los abogados con la estrategia de ver qué piensan de todo esto, es decir, qué percepción tienen. Ambos letrados entienden que la situación del matrimonio conviviendo es insostenible.
La estrategia que desarrollo en ese momento es intentar un ordenamiento externo al sistema partiendo de la premisa de la ausencia de legalidad interna en esa pareja ¿Cómo armar un acuerdo desde ellos, de dónde tomarse?
Les pregunto a los abogados si ellos están dispuestos a asumir junto conmigo este orden externo. Ellos aceptan. Mi objetivo, entonces, será proponerles a las partes celebrar un pacto de convivencia en dos puntos: ella le va a permitir cocinar y usar el baño y él se va a comprometer a dejar todo limpio.
2º reunión
“La convivencia es muy difícil. Todo lo que se puede hacer para mejorar, lo empeora. El desgaste es muy grande y el pacto no se cumplió”, explica el abogado de Amparo. “El Cuerpo Médico Forense -sigue diciendo- dictaminó que no puede ser rescatado el vínculo, que ya está roto, por lo que aconsejó el divorcio”.
Asimismo manifiesta que hay dos niveles: uno psicológico, y otro material. En el primer nivel, él como abogado, no puede hacer nada, mientras que en el segundo sí, en tanto ellos lo quieran hacer.
Según su criterio, habría que elaborar las cuestiones de fondo, que se relacionan con la liquidación de la sociedad conyugal, y detalla los temas que deberían ponerse a discusión.
Se comienza a trabajar con ese temario. Aparece el asunto del auto que le robaron a José. Dado que él lo había puesto a nombre, el seguro no se lo pagó.
Según José, la responsabilidad es de Amparo porque cuando pasó el liquidador por la casa, ella le dijo que “ese señor” (el tercero que tenía el auto a su nombre) no vivía allí. Ella no sabía que el auto estaba a nombre de un tercero, finaliza diciendo José.
- ¿Por qué puso el auto a nombre de un tercero?- le pregunto a José
- Porque ella se lo iba a quedar, me iba a sacar todo - contesta.
- ¿Cuándo fue este hecho?
- A tres meses de ya estar casados.
- ¿Qué diferencia hay entre la casa y el auto? - quiero saber.
Formulo esta pregunta para intentar reflexionar el porqué en el término de tres meses cambia tanto la situación entre ellos, ya que al contraer nupcias José entrega la suma de $ 35.000 para la compra de la vivienda en común.
Silencio. Silencio. No hay explicación. El clima se pone cada vez más tenso.
Amparo comienza a decir que la casa existe porque ella la conservó durante todos estos años, porque ella pagó “la cuota y todos los servicios, si no la casa no existiría”.
José se levanta para irse porque siente que ella miente. A todo esto, había llegado a la audiencia temblando y pidiendo agua para tomar una pastilla.
Le digo que se quede y que si él vivió tan mal durante 5 años tendrá ahora que estar un tiempo más así para ver cómo se resuelve. A esta altura, el clima es insostenible.
Le pido a las partes que se retiren y les pregunto a los abogados si saben si sus clientes están dispuestos a hacer un arreglo económico que implique reconocimiento de deuda y dinero para cada uno (a la manera de una pregunta de replanteo). Me responden que sí. Se trabajan números y finalmente les explico que creo que la única manera de hacer un acuerdo es que ambos se queden con dinero.
3º reunión
El señor aparece fumando, después de haberse levantado de la cama con principio de neumonía.
Los abogados pasan solos y les pregunto si han podido explorar con sus clientes fórmulas de arreglos.
El señor quiere la mitad, la señora. quiere todo.
Les pregunto qué quieren hacer, ellos me proponen elaborar un reglamento de convivencia mientras ellos piden una audiencia en el expediente de la exclusión. Yo acepto, y además empiezo a analizar, junto con las partes y abogados, la alternativa de cinco años más juntos.
Mientras tanto, Amparo y José continúan reprochándose mutuamente el candado, los papelitos, la comida y el mantel. Como no pueden reflexionar acerca de este tema, siguen acusándose de sus comportamientos.
Les pregunto qué podrían modificar hasta que el juez tome la audiencia. Amparo dice que ella se va a trabajar y que no lo ve. Y que siga así. “Yo más no puedo hacer”. Él dice que no sabe, que no entiende, que quiere que ella lo deje cocinar.
En lo que sí se ponen de acuerdo es en ir a la audiencia del juez y manifestarle que están dispuestos a hacer el tratamiento psicológico ordenado.
Es lo único que pueden acordar prontamente. Era la voz del juzgado.
La estrategia fue un intento de ordenamiento externo para ver si se podía trabajar la liquidación de la sociedad conyugal, lo posible en el encuadre de mediación.
Este es un caso muy curioso. Comencé pensándolo como un caso no mediable por violencia. Es más, en un seminario lo presenté en un seminairo como tal.
Sin embargo, a partir del espacio de supervisión le encontré un giro distinto, insospechado.
En realidad no hay caso. Me explico. Pensemos: estamos en el Ministerio de Justicia, en el Centro de Mediación, hay dos abogados y una mediadora tratando de configurar un caso que no se encuentra previamente construido por el requirente. José sólo quiere que lo dejen cocinar y usar el baño. En todo caso se trata de un caso donde los abogados intentaron responsabilizarse del mismo intentando focalizar la tarea en la disolución del vínculo y la sociedad conyugal. Pero ellos??
No hay un sujeto del discurso que se involucre, que asuma como tal el conflicto.
Una de las características básicas de la mediación es la autocomposición.
La autonomía de la voluntad significa que esta no es producto de ninguna voluntad trascendente a la voluntad del sujeto, como es el caso del derecho, sino que la voluntad misma del sujeto se dicta su ley.
Sabemos que es condición necesaria, aunque no suficiente que los disputantes sean capaces de una asunción del conflicto como tal que los impulse a pensar acciones personales para resolverlo.
Dicha condición brilla por su ausencia en este caso. No, mejor dicho, en este conflicto.