número 70 / agosto 2021

Mediar en tiempos de pandemia

Los procesos de encuentro ante la distancia y el Aislamiento Social Obligatorio

Patricia Veracierto

Resumen

Este artículo retoma experiencias anteriores a la adaptación de las prácticas de mediación con medios tecnológicos, la que surge ante el impacto de las restricciones a la movilidad. Analizaremos los efectos y respuestas de los profesionales tomando como marco de trabajo el dispositivo de co-mediación a distancia que desarrollé en 2015. El objetivo fue dar cuenta de los riesgos y posibilidades del trabajo con herramientas tecnológicas para  reflexionar, evaluar y posibilitar el desarrollo de nuestra tarea profesional como  facilitadores de la comunicación, tanto en la enseñanza como en la resolución de conflictos.

Texto

Antecedentes en el trabajo de mediación a distancia

A fines del año 2010, en el ámbito del Centro de Mediación de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires donde hace 25 años me desempeño como mediadora y docente, comencé a pensar y diseñar un dispositivo de co-mediación a distancia con herramientas tecnológicas para dar respuesta a las personas que vivían distanciadas geográficamente y no contaban con recursos económicos para afrontar gastos de traslado a la hora de acceder a una mediación. En aquellos años no podía imaginar que sobrevendría el contexto que nos atraviesa desde marzo de 2020.

Cuando vuelvo a aquel pasado recuerdo a la comunidad de mediadores y mediadoras, las miradas, los susurros y ciertos silencios “de esos que hablan por sí solos”, tal como Paul Wastlawick (1993) lo enuncia en su primer axioma de la comunicación.

En mi primer libro, publicado durante 2015 y luego reeditado y ampliado en una segunda edición presentada en 2020, dediqué algunos párrafos destinados a quienes pensaban que la co-mediación a distancia no era mediación y justifiqué conceptualmente el diseño de intervención facilitado por el uso de nuevas herramientas tecnológicas de comunicación.

La recomendación de que hubiera un marco institucional para la práctica y la divulgación de mi enfoque para el diseño del trabajo[i], sumado a la participación en los Congresos Nacionales e Internacionales en los que estuvimos presentes, las capacitaciones, las revisiones de prácticas[ii] y las publicaciones en diversos ámbitos, dieron nacimiento a un universo importante, pero por entonces minoritario entre los mediadores. Ese universo se fue entretejiendo hasta conformarse en una red de Centros Institucionales de todo el país que paulatinamente fueron adhirieron a la práctica, algunos capacitándose especialmente para su implementación.

Los destinatarios de nuestro trabajo eran las personas que, por razones económicas, no podían participar del proceso de mediación estando presentes en un mismo espacio físico, pero estaban dispuestas y manifestaban el deseo de solucionar sus conflictos.

El modelo de trabajo diseñado contempla que las partes se encuentran en su pueblo o ciudad de residencia, cada una con un mediador a su lado. El equipo de co-mediación conformado para la tarea organiza un espacio online para conducir y hacer posible el encuentro. Se llenó así un vacío legal, pues la legislación nada preveía para quienes distanciados geográficamente no tenían recursos que les permitieran gestionar su representación por apoderado o presentarse en forma personal.

Hermosos casos vienen a mi mente... El primero, el leading case: Ruth, la niña que se revinculó con su papá y recuperó su identidad, luego de una repentina partida con su madre, desde Salta a Buenos Aires, cuando era pequeña. Le siguieron muchos otros casos. Los encuentros se tornaron posibles.

Este proceso fue compartido en publicaciones y Congresos nacionales e internacionales donde llevábamos la experiencia que para muchos profesionales resultó interesante e innovadora[iii].

Y llegó marzo de 2020. La pandemia y las restricciones a la movilidad me encontraron en mi casa de San Luis, con intenciones de viajar a Buenos Aires. Durante meses no pude regresar. Nadie podía reunirse ni acercarse al otro, ni para la mediación, ni para festejar un cumpleaños, ni para tomar unos días de descanso u otras cuestiones de la vida cotidiana. No era posible trasladarse para el encuentro presencial.

El desafío, también, fue dar respuestas a nuestros alumnos de las clases de grado en la Facultad de Derecho de la UBA y en las capacitaciones que brindaba en el país y en el exterior. Los modos de dar continuidad al trabajo resultaban un interrogante y un problema urgente a resolver. El impacto no necesita de mucho más detalle. Todos podrían incluir situaciones al listado, ya que el conflicto social nos incluyó a todos y todas en yuxtaposición con los conflictos individuales de las personas que seguían necesitando de la ayuda de un mediador para poder comunicarse con quienes tuvieran un conflicto sin resolver. Menuda tarea se presentaba ante los mediadores que no habían tenido contacto con la práctica de co-mediación a distancia. A otros, dada la experiencia recorrida, se nos presentaban posibilidades cercanas y conocidas, las cuales resultaron el trampolín que nos permitió lanzarnos a nadar con confianza las olas de la pandemia y animar a otros mediadores a hacerlo. Fueron momentos de compartir entre colegas situaciones a las que ya le habíamos dado tratamiento en forma exitosa.

El contexto exigió que fuéramos capaces de integrar la tecnología a nuestro trabajo. Era imprescindible no dejar a las personas sin un dispositivo tan valioso como es la mediación en tanto proceso de encuentro y solución de conflictos, con las diferencias y la adaptación derivada de las restricciones.

 

Los efectos

Respondiendo ya a la generosa invitación de las responsables de esta revista, me animo a decir, sin lugar a dudas, y como aporte de una primera reflexión a considerar, que la mediación con herramientas tecnológicas constituyó la primera posibilidad de acceso a justicia frente a la crisis. La mediación a distancia, virtual, remota, online, o como cada quien quiso denominarla, resultó ser la primera respuesta a los conflictos en el campo jurídico, supliendo a un sistema judicial que se mantuvo, por su parte, en una larga feria.

Ante una Justicia paralizada algunos mediadores ofrecíamos a las partes continuar nuestra tarea. Me entusiasmaba que la mediación, en cierto modo, recuperara su voluntariedad e informalidad, y de esta manera comenzaron las primeras prácticas aún dentro de los regímenes legislados con presentación obligatoria.

Todo ese aluvión de experiencias y nuevas prácticas fue incorporado en la nueva edición de mi libro, en la cual ya nos encontrábamos trabajando. A los pocos meses de esta situación, alenté a los mediadores a animarse a continuar con la tarea desde un artículo publicado en el Blog de la Unión de Mediadores Prejudiciales, el cual titulé “La Mediación en tiempo de crisis”[iv].

Como ya señalé, los efectos tenían alcance sobre otros procesos de encuentro como nuestras clases universitarias y nos desafiaban a dar respuesta a nuestros alumnos, desorientados y preocupados frente a la contingencia.

¿Qué haríamos con las clases? ¿Cómo las organizaríamos? También con osadía, creatividad y compromiso nos lanzamos a transformarlas. Desde la Coordinación de Métodos Alternativos de Abordaje de Conflictos, a cargo de la doctora Susana Cures y de la que soy titular de algunas de sus comisiones, dimos continuidad a las clases del bimestre recién iniciado. El disparador, desde el primer momento, fue la colaboración como principio fundante que atraviesa nuestra tarea y como comportamiento indispensable frente al conflicto social en las aulas. El principio de colaboración se manifestaba real y tangible, tal vez pueda pensarse como otro de los efectos que produjo la crisis, al invitarnos a desplegarlo tanto en la mediación como en la enseñanza.

Las situaciones inesperadas exigen reacción y modificación de nuestros modos de ver, pensar y actuar. La situación se convirtió en un analizador natural de nuestros modos de enseñar y mediar. Así lo he experimentado. Toleramos la propia frustración y ello nos dio la oportunidad de repensarnos como operadores, problematizando nuestros roles, desde preguntas muy simples, pero necesarias: ¿cómo?, ¿cuánto?, ¿para qué?

La mediación y la enseñanza son espacios continentes. Nuestra función es generar confianza en el proceso, transformar la ansiedad y la inseguridad que pueda acarrear la virtualidad, proporcionando un lugar seguro que permita interactuar como propuesta de certidumbre frente a la incertidumbre. La virtualidad depende de procesos que alojamos, contenemos y tornamos más tangibles cuando nos preparamos para actuar.

Todo ello dio lugar a que ensayáramos algunas conceptualizaciones como la generación del espacio y clima virtual para la mediación a distancia, legitimando y haciendo anclaje en nuestro rol conductor del proceso, al que se sumó una nueva y ardua tarea. La preparación y organización del espacio físico fue siempre el primer paso de nuestros entrenamientos, el desafío ahora fue reproducir la sala de mediación en la virtualidad, concebida, desde mi perspectiva, no como un no lugar, sino como ese lugar preparado, cuidado y presentado en la pantalla para que las partes puedan sentir y experimentar el encuentro que propone la mediación.

Asimismo recontextualicé nuestras indispensables herramientas comunicacionales. A la escucha activa le sumé la noción de escucha a todo volumen y, al parafraseo, el parafraseo analógico. Las herramientas se potenciaron y/o adaptaron a su necesidad de aplicación[v].

Por un tiempo, la voluntariedad y la informalidad nos permitieron (Res. 7/2021 del Ministerio de Justicia de la Nación) maniobrar y dar respuesta a la demanda del servicio. La inmediatez y el contacto directo con las partes reflotado de aquel primer diseño de intervención de Co-Mediación Familiar a Distancia, generando el espacio y clima virtual, no fue ni más ni menos que legitimar que nuestro rol conductor estaba preparado para trabajar. Los mediadores trabajamos con la realidad que aparece en cada caso, con lo que hay en cada uno de ellos y con lo que contamos. La tolerancia, la flexibilidad, la atención y la creatividad son características ineludibles del perfil mediador, más aún ante la crisis.

Volviendo a la situación inesperada que nos atravesó, manifesté en su momento que los prejuicios se vencen haciendo[vi], incorporando todo lo realizado, las capacitaciones, las revisiones y el análisis de las prácticas, para lograr calidad de respuesta ante la crisis. Las TICS son instrumentos para llevar adelante el proceso y, sin lugar a dudas, acarrean inconvenientes múltiples en atención a la esencia de la mediación. Negarlo sería faltar a la verdad desde la práctica efectiva. Sin embargo, aquellos inconvenientes pueden ser sorteados con la expertise y el arte del operador. Ese fue el desafío, y tal vez ello visibilizó falencias en el quehacer profesional de los operadores.

Se suma una herramienta, sí, pero es importante que no hagamos de ella la nueva protagonista. La mejor plataforma no asegura una buena mediación, cuando la tecnología más básica en manos de un buen operador puede acercar distancias para posibilitar comunicación y no sólo conexión.

¿Quién desplaza a quién? ¿Qué lugar ocupa cada uno? ¿Simplificó la tarea? Estas preguntas son necesarias para pensar y compartir las prácticas realizadas, intentando mantener la esencia de nuestra tarea profesional y la calidad que sería deseable cuidar en cualquier contexto para salvaguardar nuestra labor.

Con relación a ello, comparto la reflexión en la acción propuesta por Donald Schon (1987), de quien me nutrí durante mi formación como docente de práctica y que sumó a mi perspectiva como mediadora. El autor refiere que la praxis se caracteriza por la complejidad, la incertidumbre, la inestabilidad y el conflicto de valores (nunca más actual y pertinente). Sostiene que la actividad profesional debe entenderse como una actividad reflexiva y artística en la que, en todo caso, se incluyen algunas aplicaciones técnicas. Según el autor, la perspectiva técnica no es adecuada para la gestión de la problemática del arte. Propone la búsqueda de una nueva epistemología de los procesos intuitivos y artísticos como actividad eficaz ante procesos singulares (¡y vaya si este lo es!) poniendo los recursos intelectuales al servicio de la situación para satisfacer necesidades de manera eficaz.

Para finalizar y seguir reflexionando sobre los efectos de la pandemia (aunque confieso no me agrada el término, pero sería materia de otra conversación), me quedo pensando cuál será el futuro o el impacto con relación a la corporalidad y la afección que nos produce, como decía Enrique Fernandez Longo, encontrarnos “carne a carne”, su efecto en lo vincular presente en la mediación y los espacios pedagógicos como procesos de encuentro.

¿Cómo y cuánto se podría vulnerar nuestra capacidad de vincularnos si la modalidad actual impuesta por la crisis llegara para quedarse? La idea de que la modalidad virtual “llegó para quedarse” me genera preocupación aun habiendo liderado la iniciativa del uso de las herramientas tecnológicas en los procesos de mediación cuando el encuentro en un mismo espacio físico no fuera posible.

No cabe duda respecto de los enormes beneficios y ventajas de esta práctica para resolver situaciones puntuales (distancia geográfica, carencia de recursos, situaciones de imposibilidad temporal, situaciones de violencia o encierro) que brindan una distancia que permite acercarse[vii].

Sin embargo, en otras situaciones e intervenciones específicas dentro del proceso de mediación, donde las relaciones ocupan un lugar más significativo, aparece un escenario al que no debiéramos resignarnos. Al menos la mediación familiar y su complejidad requieren que sigamos preguntándonos acerca de los mejores escenarios para su abordaje.

Promover esa “comodidad” expresada por muchos mediadores podría traer aparejada una simplificación, desnaturalizando y empobreciendo el enorme potencial del dispositivo de mediación. Efectos que aparecen como posibles amenazas para muchas de las prácticas actuales.

¿Comodidad para quién? ¿Cómo impactan en el abordaje del conflicto estos cambios en el hacer? ¿Qué pérdidas sufre el proceso de la mediación? ¿Qué beneficios podemos capitalizar para que las TICS se conviertan en herramientas a las que el mediador pueda acudir como conductor del proceso cuando lo considere pertinente, necesario y beneficioso para el proceso comunicacional?

Preguntas, ideas y disparadores que, como todo proceso de cambio, requerirán de evaluación, investigación y análisis en resguardo de la calidad de nuestro trabajo.

Me parece importante resaltar que sigue siendo función del mediador y su habilidad de habilitar la comunicación el evaluar junto con las partes las mejores condiciones de trabajo en cada caso.

No olvidemos que las partes, su comodidad y sus necesidades, son las protagonistas y destinatarias de nuestro rol profesional.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

- Schon, D. A. (1987). La formación de profesionales reflexivos. Hacia un nuevo diseño de la enseñanza y el aprendizaje de las profesiones. Barcelona: Paidós.

- Veracierto P., (2020). Prácticas de mediación y co-mediación a distancia. Conectando territorios a través de la tecnología. Metodologías, redes y acceso a justicia. Buenos Aires: Edición independiente.

- Wastlawick P., (1993). Teoría de la Comunicación Humana. Barcelona: Herder.


[i] Desarrollamos estas nociones en el Capítulo II. Principios de la co-mediación, de la segunda edición de mi libro. (2020, p. 53)

[ii] Incluimos en la Segunda Edición 2020 un capítulo dedicado a compartir y visibilizar “La capacitación y sus impactos” (Cap. V, pág. 127)

[iii] En el Capítulo I de la Segunda Edición 2020, puede leerse un relato titulado “Una buena recepción”, donde se reflejan los impactos y la aceptación del dispositivo desde las primeras experiencias.

[iv]http://uniondemediadoresprejudiciales.ning.com/profiles/blog/show?id=4057510%3ABlogPost%3A213739&commentId=4057510%3AComment%3A213750

[v] Recomendamos la lectura del Capítulo IV. Especificidades de las prácticas. Herramientas Comunicacionales (pág. 109). y el Capítulo VII. La mediación en tiempos de aislamiento social obligatorio. (pág-239-249)

[vi] Recomendamos la lectura del Capítulo VII. La mediación en tiempos de aislamiento social obligatorio. (pág-207).

[vii] Recomendamos la lectura del Capítulo VII. La mediación en tiempos de aislamiento social obligatorio. (pág-246).

 

Biodata

Patricia Veracierto
Abogada. Posgrado en Negociación y RAC UBA. Mediadora M.J Nación y Provincia de San Luis. Docente de grado y Posgrado U.B.A. Formadora de Mediadores en el país y en el exterior. Mediadora Centro de Mediación U.B.A. y Coordina Proyecto Co-mediación a Distancia.  Mediadora  Defensoría del Pueblo CABA. Autora de Co-Mediación Familiar a Distancia. Metodología Redes y Acceso (2015) y Prácticas de Mediación y Co-mediación a distancia. Conectando territorios a través de la tecnología. Metodología, redes y acceso a justicia (2020).

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