número 75 / noviembre 2022

Los hijos en el proceso de mediación

Participación de una niña en una mediación con elementos de acompañamiento motivacional

Martín Leoncio de Reyes Balboa

Biodata

Martín Leoncio de Reyes Balboa
Abogado. Mediador Familiar. Diplomado universitario en Pareja y Familia. Coach Ontológico. Mediador del Servicio de Mediación Familiar del Poder Judicial de la provincia de Neuquén. Docente invitado de Redes Alternativas centro de mediación y capacitación. Promotor de paz por fundación Mil Milenios de Paz. (leonciobalboa@gmail.com)

Resumen

El artículo busca dar cuenta de una experiencia de abordaje desde una propuesta innovadora en nuestro ámbito local, la intervención motivacional en conflictos,  con un tipo de caso que habitualmente se muestra complejo de abordar eficazmente y difícil de consolidar en sus resultados: el alejamiento del progenitor no conviviente con su hija menor de edad.

Se relata el caso de una familia derivada a mediación intrajudicial en etapa de ejecución de sentencia, que logró destrabar el conflicto que provocaba una falta de contacto durante 5 años entre un padre y su hija.

La intervención y el análisis fueron realizados con elementos del enfoque motivacional en conflictos y con la participación directa de la niña en el dispositivo.

Texto

Participación de una niña en una mediación con elementos de acompañamiento motivacional

Martín Leoncio de Reyes Balboa

 

Introducción

La derivación de un caso en etapa de ejecución de sentencia resulta algo inusual en mi experiencia en el dispositivo de mediación familiar en el cual me desempeño[i]. Por ese motivo, decidí mantener encuentros privados, del tipo “pre-mediación”, con Ludmila y Alberto cuando recibí la derivación de su expediente de cuidado personal.

Planteé estos encuentros de premediación con los objetivos habituales para este tipo de entrevistas  y con un objetivo específico extra que entiendo resulta novedoso para nuestra práctica en la Argentina: detectar la fase motivacional en la que se encontraban los participantes. 

 

Figura 1 – Las 6 etapas del cambio de Prochaska y Di Clemente. Tomado de  Miller y Rollnick, (1999)

 

Tomé dimensión de la importancia de esta práctica a raíz de mi fructífero encuentro con la propuesta de acompañamiento motivacional en conflictos de Santiago Madrid Liras, a cuya lectura directa remito a quienes puedan sentir interés por su enfoque[ii] y deseen profundizar en los conceptos mencionados en este artículo, que no es teórico, sino que busca dar cuenta de mi experiencia buscando aplicarlos a un tipo de caso que habitualmente se muestra complejo de abordar eficazmente y difícil de consolidar en sus resultados: el alejamiento por periodos prolongados del progenitor no conviviente y su hija.

Partiendo del reconocimiento de que las personas pueden encontrarse en distintos momentos motivacionales frente a un mismo conflicto, y tomando, con la seriedad que la situación merece, la simpática metáfora que le escuché a Santiago en una entrevista respecto a la inconveniencia de meter juntas al horno a una pata de cordero semicocida y otra más bien cruda, me ha resultado efectivo hacer este planteamiento de entrevistas diagnósticas separadas desde el inicio para precisar el componente de la motivación y secuenciar la intervención en base a ello, en lugar de precipitarme con resultado incierto a una primera entrevista conjunta en la que “directamente juntamos a las partes a hablar de su conflicto y sus soluciones; porque como, además en esos casos nos encontramos con que las personas están hiperencendidas, lo que ahorran (de tiempo) por un lado lo gastan por otro. Y a veces, el coste es el propio fracaso de los encuentros, al ver las partes que no van a poder entenderse. ¿Fallaron ellos o falló el profesional por juntarles a hablar antes de que estuvieran preparados para ello?”.  Madrid Liras (2019)

A continuación relataré, con comentarios, las entrevistas referidas, para luego dar cuenta del desarrollo no lineal del proceso, sin hacer un recuento exhaustivo de los encuentros sino poniendo el foco en los momentos clave que fueron permitiendo la creación conjunta de una dirección hacia la cual transitar partiendo desde este conflicto crónico, y que eventualmente condujo a un acuerdo formal.

 

Entrevista privada con Alberto

El encuentro con el caso - después de la revisión de los antecedentes formales y la referida decisión de empezar con reuniones privadas -, comienza con la entrevista a Alberto y su patrocinante, el Dr. B.

En la primera entrevista por videoconferencia que tuvimos, Alberto y su abogado me hicieron saber de entrada que tenían la intención de “hacerla re corta”, lo cual significaba en ese contexto: breve, sin vueltas y, más importante aún, sin auto cuestionamientos.

En ese estilo lacónico, Alberto me explicó que lo único que él quería era ver a su hija Aylen, repitiendo enfáticamente: “Lo único”. Me contó que había perdido totalmente el contacto con ella hace cinco años debido a obstrucciones de la mamá y que luego de cinco años de litigio judicial contra ella, finalmente había conseguido una sentencia que fijaba un régimen de comunicación de dos días por semana – miércoles y domingo –. El proceso se encontraba en etapa de ejecución de sentencia, puesto que a pesar de los apercibimientos no habían logrado que esos encuentros ordenados se hicieran realidad,  porque “ella no entorpece abiertamente, pero nunca atiende el teléfono o pone excusas cada vez”. Así fue que luego de la última de una larga serie de denuncias de incumplimientos, la jueza decidió derivar a mediación.

En ese contexto relatado, la situación estaba a criterio de Alberto muy clara, y de hecho decía no entender del todo para qué se derivó a mediación en vez de imponer sanciones más gravosas a la mamá, cuando lo concreto era que, a pesar de las órdenes judiciales, aún no se había producido este reencuentro con su hija luego de cinco años, inclusive viviendo muy cerca el uno del otro en una localidad pequeña.

Más adelante tuve la oportunidad de enriquecer los matices del relato sobre este periodo, cuando la abogada de Ludmila me contó que antes de este corte en el vínculo, y durante un breve tiempo posterior a la separación conyugal, Alberto iba a buscar a su hija y llevaron adelante un régimen de comunicación durante un tiempo, aunque luego de una denuncia de violencia familiar de Ludmila no volvieron a tener contacto.

Pero, como dije, la situación no tenía estos matices en el relato inicial de Alberto: la mamá de Aylen tenía que habilitar el acceso a ella. No había mucho que conversar puesto que estuvieron casados 15 años y “nunca se pudieron poner de acuerdo en nada”.

 “El problema es ella”, “yo no hice nada mal”, insistía Alberto en esa misma línea. Al preguntar respecto de sus expectativas de resolver el tema mediante el diálogo en vez de recurrir a vías confrontativas, no tenía muchas o, mejor dicho, creía que era “imposible”, “porque con ella no se puede hablar absolutamente nada”. El subtexto era claro: ¿por qué habríamos de hacerlo ahora?

 ¿Cómo empezar a desandar  este plúmbeo panorama de imposibilidad?

Las expresiones de Alberto resultaban características de una persona en transición entre la pre-contemplación y la contemplación inicial del problema. Me impresionaba como un relato muy cerrado, carente de matices, y destaco a continuación algunas de estas expresiones características y su lectura en términos de la información y dificultades que ofrecen.

“Es re corta, yo lo único que quiero es…”. Etapa motivacional de pre-contemplación. Niega prácticamente entidad al conflicto y a su auténtica complejidad, que queda reducida a lo posicional. 

“El problema es ella”. Etapa de contemplación. Pone la responsabilidad afuera.

“Yo no hice nada mal, es la mamá de Aylen la que tiene que cambiar”. Etapa de contemplación – atrincheramiento.

“Nunca nos pudimos poner de acuerdo en nada. Es imposible”. Etapa de contemplación - desconfianza en sus propias capacidades.

Estas son el tipo de afirmaciones que dan cuenta de la necesidad de una intervención motivacional. La llevé adelante sobre tres ejes, buscando avanzar a las etapas siguientes de la rueda de la motivación[iii].

  1. ¿Había un problema? ¿Cómo los afectaba el problema a Alberto y a su hija? Esto es lo que Santiago llama el “aquí no”, es decir, explicitar el escenario en el que estamos y no querríamos estar: reconocer que hay un conflicto y que es dañoso para todos (aunque en esta etapa inicial no incluyamos todavía a la mamá como damnificada).
  2. La confrontación durante tantos años… ¿había dado resultado?, ¿había un deseo de resolver el conflicto mediante el diálogo y una demanda de mi intervención profesional para asistirlos en esa tarea? Siguiendo con la misma terminología, este eje apunta a lo que se denomina del “así no, al así sí”, vale decir, “abordar la (propia) responsabilidad actual en el mantenimiento del conflicto y la búsqueda de alternativas de solución a la conflictividad actual”. (Madrid Liras 2019)
  3. Explorando intereses y necesidades en un sentido, por así decirlo, más “ortodoxo”.  Por supuesto como mediador sería difícil pensar en apartarme de lo que quizás sea la médula misma de nuestra profesión: el trabajo con los intereses. La diferencia radicaba aquí en el ejercicio de posponer este tratamiento hasta que pudiéramos generar un momento más propicio.

Luego del trabajo sobre estos ejes, Alberto explicitó su deseo de aprovechar la mediación como una nueva oportunidad de alcanzar su objetivo prioritario: “estar con su hija”. Así fuimos despidiéndonos, no sin antes Alberto desdecirse a último momento y reiterar que él creía que era imposible y que con la mamá no se puede hablar.

Este “decirse y desdecirse” quizás me hubiera generado dificultades en otro momento o trabajando desde otro enfoque, pero en la entrevista motivacional está establecido que resulta natural un grado importante de ambivalencia en esta etapa inicial, y no lo interpreté como una “resistencia a vencer” (lo que probablemente hubiera generado un atrincheramiento)  sino como un indicador de que la rueda de la motivación estaba en movimiento. Retomaré este aspecto de la ambivalencia un poco más adelante.

 

Entrevista privada con Ludmila

Cuando vino Ludmila me encontré con una mujer sumamente enojada, que apenas podía contener el malestar y la necesidad de defenderse de la presencia imaginaria de Alberto. Aun antes de siquiera empezar la entrevista, Ludmila dijo estar “muy cansada” y no querer seguir, “ya no aguanto más esto de las denuncias (de incumplimiento) permanentes”

Con semejante nivel de activación me fue difícil entablar un diálogo de cambio como el que generé en el trabajo con Alberto y decidí no variar el objetivo sino el abordaje.  Fue así que la invité a administrarle el cuestionario de fases motivacionales en conflicto[iv] y ella aceptó.

Se trata de un instrumento con instrucciones[v] que  quizá resultaron un poco complejas para la usuaria, pero que al ser más estructurado permitió garantizar cierta organización en el discurso y ordenar una conversación caótica como la que se me presentaba en la mesa.

A la primera pregunta  -¿Hasta qué punto considerás que este conflicto es un problema importante (para ti y/o para los demás) y que afecta negativamente a ti o a otros?- Ludmila respondió de inmediato y sin dudarlo con un contundente 10. Evidentemente este problema tenía una gravitación inmensa en su vida. Eso permitió un insight fundamental para trabajar durante el resto de la mediación.

Esta respuesta tan contundente me dio pie para hacer un fuerte énfasis, como propone Madrid Liras, en “el problemón”, la situación que los atraviesa y que necesita imperiosamente ser resuelta. Es una aplicación en otro contexto de la técnica de la externalización de White y Epston, que – según yo la pienso – es una de las formas más efectivas para separar a las personas del problema, ese primigenio ideal Harvardiano. 

A la segunda pregunta -¿Hasta qué punto te gustaría que se resolviera por vías pacíficas?- su respuesta fue nuevamente 10, el máximo de la escala (“Vamos bien” me dije, esta señora esta convencidísima de dialogar)

Para la tercera pregunta  -¿Hasta qué punto considerás que este conflicto podés ganarlo por vías confrontativas?- La respuesta fue nuevamente un 10. Fue entonces que nos miramos con Ludmila y compartimos una divertida risa frente a la incongruencia de las respuestas 2 y 3 (dialogar y confrontar al mismo tiempo) y la sucesión de respuestas todas con el máximo puntaje. Se hizo claro que su enojo – antes tan monolítico- tenía detrás otros sentires, y que ella, al igual que Alberto, estaba entrampada en un alto grado de ambivalencia. 

Hago aquí el paréntesis prometido respecto de la trascendencia de la ambivalencia para este tipo de enfoque. Los propios creadores de la entrevista motivacional, Miller y Rollnick, dicen en la primera edición de su libro: “Lo que deseamos ofrecer… es una clara comprensión de cómo las personas se ven atrapadas por la ambivalencia, y de qué manera los que quieren ayudarles pueden potenciar su motivación para el cambio". Miller y Rollnick p.6 (1991).

Para dichos autores, “una vez que aparece una toma de conciencia del problema, la persona entra en un período caracterizado por la ambivalencia; la fase de ‘contemplación’” (1991).  Este mismo fenómeno es el que pude observar con Alberto y ahora con Ludmila, puesto que una vez logrado que emergiera el “problemón” ambos pendulaban entre las razones para tener que ocuparse y las razones para no preocuparse o desentenderse de la solución.

En ese enfoque, la tarea del terapeuta, (y en nuestro caso, del mediador en tanto profesional que también quiere potenciar la motivación para el cambio), frente a esta circunstancia es inclinar la balanza, asistir a la evocación de las razones para cambiar y los riesgos de no cambiar, de manera de aumentar la autoeficacia[vi] para el cambio de las conductas en cuestión. 

Volviendo a la última respuesta de Ludmila en relación a la confrontación, me sorprendió la respuesta y busqué reflejarla para provocar una afirmación auto motivadora a través de mayor elaboración

 —¿Esta última respuesta con puntaje 10 significa que si esto fuera una pulseada estarías completamente convencida de poder confrontar  y “ganársela” a Alberto?

—Bueno no.  Esto no es una pulseada.

—¿Qué es entonces, en el fondo?

—Es que es Aylen la que no quiere esos horarios. Ella es grande y muy madura, ya no es una niña, puede decidir.

—¿Y cuáles son los horarios que sí quiere Aylen?

—Los horarios que a ella le gustarían son así…—Ludmila pasó a relatar sus horarios de la semana y de qué manera cumplir la orden de la jueza implicaba para ella no poder ir a vóley, su deporte preferido.

A partir de esto se abrió una nueva línea de intervención, con la mención espontánea de una persona fundamental en todo esto, pero que hasta el momento había estado invisibilizada. Me refiero, por supuesto, a la hija de 12 años de ambos. 

Apareció Aylen en la mesa,  su vida cotidiana y, más aún, consideraciones del orden de su propio deseo y autodeterminación porque,  según contó Ludmila, “ella es grande y puede decidir”, “ya le dijo a la jueza que va a ver a su papá”.

Habían tenido algunos meses atrás una entrevista con la jueza, y efectivamente ella había expresado querer ver a su papá. Pero después surgieron inconvenientes con los horarios que se establecieron en la sentencia porque no coincidían con sus actividades deportivas. Este “pequeño” inconveniente no había podido ser resuelto en un contexto de extrema descalificación mutua entre los progenitores.[vii]

No creí necesario seguir con las demás preguntas del cuestionario motivacional, puesto que había rendido suficientes frutos hasta aquí: brindó información sobre la fase motivacional, a la vez que fue estimulando la reflexión  al poner sobre la mesa la entidad del problema, (aquí no), y finalmente implicando a Ludmila y a Aylen, su hija, en la solución (así sí).

En sí, las propuestas estaban cerca: Aylen sí quería ver a su papá, y la propia mamá lo reconocía, pero según fui detectando al explorar esta nueva línea de trabajo con relación a Aylen y su deseo, el conflicto de ambivalencia aproximación – evitación que caracteriza a la ambivalencia lo impedía.

"El gran campeón de los conflictos, sin embargo, es el del tipo de «aproximación-evitación». Este conflicto parece tener un potencial especial para mantener a las personas «paralizadas» y provocarles estrés... En ciclos alternados, la persona se deja llevar y se resiste a la conducta (relación, persona, objeto). El «efecto yoyó» resultante es una característica clásica del conflicto de aproximación evitación".  Miller y Rollnick (1999)

Al conversar con Ludmila sobre Aylen, pudo contarme que después de la separación con Alberto, Ludmila quedó muy mal anímicamente y desde entonces mamá e hija fueron muy pegadas -diríamos “aglutinadas” tomando a Minuchin-;  inclusive Aylen seguía durmiendo muchas veces en la cama de la mamá. Pero a la vez, Ludmila reafirmaba y volvía a la referida idea de que  “Aylen ya no es una nena” “ella es grandecita y entiende todo, puede decidir y yo ahí voy a respetar lo que ella decida”.

Una niña que duerme con la mamá a los 12 años pero que ya no es una nena y toma decisiones como una adulta resultaba a mis ojos una especie de quimera[viii].

En vista de los ribetes que iba tomando el caso, lo llevé a mi instancia de supervisión (o “co-pensamiento”, como acordamos llamarlo) y construimos allí una hipótesis de trabajo: a esta mamá le aterraba que la revinculación de la niña con su padre significara  perder a esta hija-compañera-sostén emocional. Al mismo tiempo, por algún motivo que no termino de discernir insistía en colocarla prematuramente en un lugar de autodeterminación y adultez.

Son este tipo de paradojas inmovilizantes las que cronifican los conflictos, porque serían imposibles de resolver sin una intervención motivacional que permita “inclinar la balanza” y tomar una decisión en este tipo de conflictos “atracción - repulsión”.  Desde la escuela sistémica de Palo Alto podríamos pensarla como una forma de metacomunicación que habilita un cambio.

En este caso, continué la entrevista utilizando los dibujos del libro de Santiago como técnica proyectiva, con la intención de que Ludmila produzca más material para un reencuadre (desconozco si esta posibilidad habrá sido pensada por el autor, o si aprobaría este tipo de utilización ad-hoc). De esa manera le mostré los dibujos sin otra instrucción que pedirle que me cuente lo que veía.

                                                 

Figuras 2 y 3. Tomadas de Madrid Liras (2019)

 

Transmitió con sus palabras la idea de “un malo que los hacía pelear” y que después “mientras uno lo sostiene el otro le saca el palo”.

—¿Conoces a personas que estén en esa misma situación?

—Sí, en lo de las peleas, a Alberto y a mí.

Trabajamos entonces sobre esta idea de que la familia estaba siendo asediada por un problemón que no los dejaba en paz y que  la situación se había vuelto insostenible por muchas razones. Ella misma lo primero que dijo cuando nos conocimos fue “no aguanto más” y había puntuado con 10 su gravedad en el cuestionario de fases motivacionales. Ahora enriquecíamos esta idea con lo que ella extrajo de la figura 2, respecto a la necesidad de trabajar juntos para resolverlo.

Entusiasmado por el impacto de esta intervención, me animé a un paso más allá. El paso de la fase de determinación a la de acción.

—¿Y se te ocurre algún paso concreto que puedan dar para avanzar?

Fue así que propuso hablar con Aylen para que ella misma pueda hacerlo directamente con el papá y ver de coordinar los horarios entre ellos dos directamente. Eso es lo que ella proponía finalmente como producto de la reunión, mientras yo pensaba “si esa posibilidad existe sería un golazo”. Pero – spoiler alert – todavía nos quedaba bailar algunos compases más de la “danza motivacional”, con sus avances y retrocesos…

 

Segunda entrevista con Ludmila

A la entrevista Ludmila llegó con un posicionamiento y una actitud distinta. Parecía que había ingresado a una pseudo fase de acción y resolución de problemas, porque en esta ocasión quería avanzar, el problema es que quizás demasiado y a los empujones porque había venido preparada con una exhaustiva lista de exigencias irreductibles que, según afirmaba, venían directo “de boca de Aylen”. El planteo era que no iba a ser necesaria la participación de Aylen porque ella, en el rol de portavoz, me lo podía contar. Así su hija le “mandaba a decir” al papá lo siguiente:

- Aylen propone un encuentro de tres horas con su papá cada 15 días en vez de los miércoles y domingos que ordenó la jueza. Los encuentros no pueden ser los fines de semana porque se superponen con vóley.

- La propia Aylen se va a poner en contacto con su papá a través del celular de su mamá para avisarle la fecha de sus encuentros.

- Si por algún motivo se complica algún encuentro, se va a reprogramar.

- Tiene que cumplirse lo que se acuerde, si el papá no cumple ella no va a ir más. Exige que le avisen con anticipación y no la dejen plantada. 

- Aylen quiere estar con su papá pero no con otras personas ni que la lleve a casas de otras personas.

- Que cese el “hostigamiento” de hacer denuncias ante el mínimo incumplimiento del régimen.

Llegado este punto en la extensa lista que había traído Ludmila, intervine preguntando:

—¿Esto último del hostigamiento también lo manda a decir Aylen?

—No, esta es mía. Es que las cosas se podrían haber hecho distintas.

“Yo sé que él es su papá y va a serlo siempre. Pero él amenazó con quitarme a mi hija y hace denuncias a cada rato, ya no quiero más denuncias”, dijo.

Este significativo reconocimiento, que destaqué con ella, emergía atado a un tremendo lastre: el miedo de perder a su hija.

Las diversas manifestaciones de esta preocupación central iban confirmado mi hipótesis de que esta mamá temía perder a su hija y confundía sus propios sentires, sus necesidades y deseos con los de Aylen, asumiendo de esta manera un posicionamiento que desde el psicoanálisis podría denominarse devorador o estragante.

Se trata por supuesto de una hipótesis de mediación, y no de un diagnóstico psicoanalítico, pero en lo concreto se hizo patente la necesidad de hablar con ella directamente sobre este miedo todavía no articulado de que el cumplimiento de un régimen de comunicación implicaba que ella iba a perder a su hija.

Pude hablar con ella sobre esto. ¿Qué lugar estaba ocupando esta niña con relación a su madre? ¿Qué significaba para su vínculo de madre e hija que ella tuviera también uno con su papá? Fuimos profundizando sobre ello y, como suele suceder cuando uno corre las cortinas, los fantasmas se fueron disipando y la conversación derivó naturalmente hacia una fase de determinación, ahora sí genuina, sobre la base de las preguntas principales de esa etapa motivacional: ¿Cómo empezar? (a resolver el problemón), ¿de qué manera?

De esta forma, una acción consensuada entre ambos fue invitar a Aylen a participar de la mediación de manera que su papá pudiera comprender “lo que ella estaba intentando decir y por algún motivo él no estaba pudiendo escuchar”[ix].

La idea de la invitación era que la propia Aylen pudiera hablarlo con el papá y él conociera las propuestas que pudiera tener su hija directamente de ella, sin la intermediación de la mamá. Esta brecha de acceso fue posible gracias a la conversación previa, que le permitió abandonar, momentáneamente al menos, su rol de “guardián” de su hija.

Por último, un jueves cada 15 días me parecía poco tiempo y era de hecho una reducción sustancial del régimen ordenado en la sentencia, pero no era mi parecer el que importaba sobre eso sino el del papá.  Hacía cinco años que no se veían y concretar ese primer encuentro después de tanto tiempo era el objetivo primordial que habíamos acordado con Alberto en su entrevista.

 

La participación de Aylen en la mediación

El formato de la invitación que recibiría Aylen fue objetivo de tratativas a través reuniones privadas con Alberto, Ludmila y sus abogados. Para el diseño y el trabajo de la convocatoria, me apoyé en la propuesta de Carolina Gianella y Sara Curi, que sugieren ser muy claros y exhaustivos en el encuadre y reglas de procedimiento. En este caso, se planteó el uso de dos de las posibles estrategias que proponen las autoras: “la visión de los niños de la situación familiar” y la “re-organización de las relaciones parentales: el mediador como facilitador”. Para llevarlas a cabo, lo acordado fue lo siguiente:

La mamá haría llegar a Aylen la invitación a participar del trabajo que su mamá y su papá venían haciendo para llevarse bien y “poder cuidarla mejor”. Para eso la invitaban a conversar con el mediador por videollamada.

Estaba prevista una entrevista de media hora con Aylen, para poder establecer rapport, conocerla a ella y a su cotidianeidad, para poder acceder a “su visión de la situación familiar” (primera estrategia). En cuanto a la segunda estrategia  -“facilitación de las relaciones”- reservé a mi criterio profesional la posibilidad de evaluar in situ si le haría saber a Aylen que su papá estaba disponible en ese momento para sumarse a la conversación por videollamada y si ella deseaba conversar un rato con él. Este encuadre fue aceptado de buen grado por Ludmila y Alberto, y él accedió a estar a la expectativa de una videollamada en ese horario

En nuestra entrevista, Aylen se mostró como una niña espontánea, fresca, y luego de breves presentaciones no tuvo inconvenientes en acceder a mi pedido de contar un poco acerca de las cosas que le gustaba hacer y su cotidianeidad. Sin necesidad de muchas preguntas, me dio un panorama completo de su semana, de sus estudios, y especialmente se entusiasmó contándome sobre el vóley y los viajes con el equipo.

Llegó eventualmente el momento de preguntarle sobre su papá y me dijo que hacía mucho que no lo veía pero que había pensado en que podrían verse una vez cada dos semanas porque ella estaba bastante ocupada en la semana.

 “Por la tarde no me queda mal ir con mi papá, salvo los días miércoles que tengo vóley a las 19, que en ese caso mi papá me puede llevar a vóley”, dijo. Y luego: “Los domingos me levanto tarde, me parece bien juntarme con mi papá aunque lo cambiaría por otro día, porque puede ser que viaje con vóley (a los partidos del torneo regional). Quizás estaría bueno que sean dos jueves al mes, desde las 17 a las 20 horas”.

Era similar a lo que había adelantado su mamá, con la enorme diferencia de que Aylen no agregó ninguna de las otras rígidas condiciones que Ludmila había traído a la entrevista conmigo. Considerando cumplida la primera parte del trabajo, decidí entonces comentarle respecto de la posibilidad de sumar a su papá a la conversación en ese momento, por si ella sentía ganas o deseo de conversar de estos temas con él. Ella accedió sencillamente, con naturalidad y sin signos de mucha emocionalidad, angustia o dramatismo. A diferencia de sus progenitores, muy tomados por el conflicto, ella mostraba mucha tranquilidad, aunque me era difícil distinguir si se trataba de madura serenidad o de temprana displicencia adolescente. O quizás un poco de ambas.

Fue así que se sumó Alberto a esa conversación, que resultó ser tibiamente  cordial y hasta un poco anodina por momentos.  Es decir, se saludaron como si se hubieran visto el día anterior y comenzaron a hablar de cosas cotidianas, con preguntas quizás un poco torpes o trilladas por parte del papá, del tipo “¿te gusta la escuela?”, “¿y tenés amiguitos?”. Aylen contestaba cordialmente y los dejé conversar varios minutos sin intervenir hasta el momento en que creí que la conversación estaba un poco estancada y algunos  silencios comenzaban a percibirse incómodos. Fue recién entonces que traje a colación la idea de Aylen de encontrarse presencialmente cada 15 días, y con este pie Aylen le conto a su papá, igual que a mí, acerca de los motivos por los cuales había pensado este horario cada 15 días. Su papá dijo que comprendía y que le parecía bien tener encuentros cada 15 días,  “para empezar”.  Los invité a pensar qué querían hacer el día del primer encuentro y el papá sugirió ir a visitar a la abuela, lo cual a Aylen le pareció buena idea.

De aquí en adelante, la familia siguió por sus propios medios. Es decir, continué acompañándolos pero desde otro lugar, habilitando a que hicieran uso de los recursos que ya tenían, pero que estaban latentes o trabados por el conflicto que atravesaban[x].

De esa manera, hice el monitoreo del encuentro pautado, con llamadas telefónicas a los mediados antes y después de que se produjera. Dado que pudo llevarse a cabo con normalidad, no requirió mayores negociaciones alcanzar un acuerdo que plasmaba este régimen de encuentros cada 15 días con vocación de ampliarse en el tiempo y que transcribo a modo de corolario.

Ambas partes acuerdan establecer un régimen de comunicación entre AYLEN y ALBERTO, el cual se ajustará a las siguientes pautas. Con la intención de que padre e hija puedan retomar el contacto progresivamente luego del distanciamiento que han vivido, los días jueves cada 15 días el padre retirará a AYLEN de la casa de su mamá a las 17:00 y permanecerá con ella hasta las 20:00hs de ese mismo día, horario en que la regresará al domicilio materno. En caso de no poder llevarse adelante el encuentro por algún motivo, se reprogramará para otro día y horario antes del siguiente encuentro. Para las comunicaciones entre ALBERTO y su HIJA, establecen que el canal de comunicación serán las llamadas telefónicas al teléfono de su mamá y el envío de mensajes al correo electrónico personal de AYLEN que será informado por LUDMILA a la brevedad. Se trata de un acuerdo que garantiza una cantidad mínima de encuentros y que no excluye la posibilidad de más encuentros en otros días y horarios que puedan consensuarse y favorecerse, teniendo en cuenta el deseo y el sentir de AYLEN, escuchándola a ella y a las recomendaciones profesionales de su psicóloga, la Lic. M.N, quien estará a disposición de ambos adultos para brindarles información sobre el tratamiento de su hija.

Acuerdan asimismo, que luego de 6 meses de vigencia de este acuerdo, evaluaran modificar la frecuencia de los encuentros en base a las pautas ya explicitadas en el párrafo anterior. Para ello, ALBERTO y LUDMILA, podrán resolverlo privadamente o solicitar una nueva derivación al servicio de Mediación Familiar.  En sentido similar, acuerdan que en caso de surgirles alguna  dificultad para llevar a cabo los compromisos contraídos, previo a cualquier otra acción, solicitarán una nueva mediación para procurar resolverlos, de manera de continuar construyendo entendimientos a través del diálogo pacífico, sin agresiones y sin mayor judicialización.

 

Reflexiones finales

¿Por qué con sentencia y todo no avanzaban? Puede haber muchas respuestas para esa pregunta, sobre la cual es esencial reflexionar a la luz de los altos índices de incumplimiento de las sentencias judiciales que van en aumento y constituyen una preocupación concreta para quienes tenemos la misión de prestar un servicio de justicia.[xi]

Pensar en ello desde el componente motivacional de los involucrados en un conflicto nos abre nuevas perspectivas de análisis y de intervención. ¿Sobre la base de qué teoría del cambio pensamos que una orden imperativa, como lo es una sentencia, va a funcionar como una motivación efectiva o suficiente en este tipo de conflictos? La lectura de la rica literatura sobre entrevista motivacional nos da la pauta de que esa concepción no solo es muchas veces ineficaz o inefectiva, sino que, además, atrasa. En efecto, Miller y Rollnick ya en 1991 daban por demostrada la inoperancia de este enfoque, transcribiendo un ejemplo de las intervenciones en confrontaciones que se realizaban hace 50 años en los casos de alcoholismo. 

A continuación presentamos un ejemplo de lo que surgió de los labios de Chuck Dederich, fundador de Synanon, dirigido a un adicto americano-mexicano: Ahora tío te voy a explicar lo que tienes que hacer. Y te lo voy a mostrar. O lo haces o sabrás lo que es el infierno fuera de la propiedad de Synanon. Te afeitarás el bigote, irás a los grupos y te comportarás como un señor de buenos modales tanto tiempo como vivas aquí. ¿No te gusta esto? Pues que Dios se apiade de ti, te daré los mismos buenos deseos que les doy a otras personas como tú cuando dejaban esto para volver a la cárcel. Así lo hacemos en Synanon, ¿lo entiendes?, estás sometido a una pequeña operación emocional. Si no te gusta esta operación, de acuerdo, vete, y haz lo que tengas que hacer. Probablemente te volvamos a ver después de que salgas de la cárcel o después de una sobredosis. «¿Nadie me tiene que decir lo que tengo que hacer?». Nadie en el mundo dice eso, excepto algunos desgraciados, como los drogatas, los alcohólicos o los «espaldas mojadas» (Yablonsky, 1989, pág. 122).

Por supuesto que la situación no  es idéntica, pero acaso imponer el cumplimiento de una sentencia sin mediar una intervención a nivel motivacional, ¿no es una manera en el fondo similar de forzar las voluntades? Este planteamiento se torna más dramático cuando la voluntad que se pretende forzar es la de un padre o una madre que actúan convencidos de la legitimidad “angelical” de su comportamiento, puesto que están defendiendo a sus hijos  de un otro “demonizado” a su ojos que ha logrado manipular al poder judicial para que tome malas decisiones, y esto en el mejor de los casos, cuando no suponen directamente una connivencia.

¿Qué fue lo que les permitió avanzar? Esta es una de las aristas que vuelve interesante este caso. Puesto que una sentencia es necesaria y útil en ciertas ocasiones –e inclusive se echa en falta en tantas otras ocasiones cuando se demora en llegar o los juzgados son reacios a dictarlas– pero sabemos que no alcanza para reducir la conflictividad subyacente y otras veces produce escaladas peores. Poder articular la ejecución de una sentencia a través de un mediador que intervenga estratégicamente en la motivación para el cumplimiento y no solamente “extorsione” solapadamente a los participantes con herramientas del tipo “agente de la realidad” o “abogado del diablo”, que no fueron diseñadas originalmente para ese fin, es un paso más hacia una propuesta de gestión integral de los conflictos, la cual, estoy persuadido de ello, debe ser el eje de un servicio de justicia moderno.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

  • Madrid Liras, Santiago - Entrevista motivacional en mediación. Revista de mediación, 7(1), 82-99. (2014)
  • Madrid Liras, Santiago - Mediación motivacional: Hacia una relación de acompañamiento en los conflictos. (2018). Imotiva
  • Madrid Liras, Santiago - Intervención Motivacional en conflictos. Los pasos desde la oposición a la disposición al cambio. (2019). Reus
  • Miller, William R.; Rollnick, Stephen. Entrevista motivacional: preparando para el cambio de conductas adictivas (1999). Paidos
  • Bolaños Cartujo, Ignacio (2008). Hijos alineados y padres alienados. mediación familiar en rupturas conflictivas. Reus
  • Gianella Carolina y Curi, Sara “La participación de los hijos en la mediación en divorcio” Artículo publicado en Mediadores en Red L@ Revista, Parte I No 3 Año I, Julio 2003, Parte II No 4, Año II, octubre, 2003, Mendoza, Argentina, Fundación Mediadores en Red.
  • Rosemberg, Marshall "Comunicación no violenta. Un lenguaje de vida" (1999). Gran Aldea Editores.

 

 

 

 



[i] Servicio de mediación familiar del Poder Judicial de la provincia de Neuquén, creado por la Ley 2.930 (modificada por Ley 3.055). El sistema implementado es intrajudicial por derivación judicial.

[ii] A guisa de recomendación, transcribo las certeras palabras de Patricia Aréchaga en el prólogo a su libro más reciente: “Búsquenlo, que encontrarlo es muy gratificante, algunos ya lo sabemos”. Por mi parte me permito tutearlo en algunas ocasiones a lo largo del artículo, no por presumir de una familiaridad – que no tengo – con el autor, sino para ser fiel a cierto coloquialismo, que entiendo característico de su propio estilo.

[iii] Ver. Revista de Mediación 2014, vol. 7, No. 1, pp. 83.

Link https://revistademediacion.com/wp-content/uploads/2014/05/Revista-Mediacion-13-8.pdf

[iv] Cuestionario de fases motivacionales en conflicto. Autor: Santiago Madrid Liras, 2020 (ver. 2).

[v] “Piensa en la situación conflictiva o relación difícil que desees evaluar. En relación a ella, responde a las siguientes preguntas, puntuando entre 0 y 10 el grado en que, desde tu visión, la pregunta refleja lo que es tu conflicto y tu lugar en el mismo, donde 0 es nada y 10 es máximo. Es importante que seas sincero/a”.

[vi] La Autoeficacia es un concepto desarrollado por Albert Bandura (1995), que se refiere al “sentimiento de adecuación, eficiencia y competencia” que tienen las personas en su afrontamiento de los retos y amenazas que, inevitablemente, se presentan en la vida de cualquier persona. Para estrategias de afrontamiento familiar específicamente remito a mi artículo DE REYES BALBOA, Martín Leoncio. Estrategias de afrontamiento y su rol intermediario frente al estrés familiar. Revisión bibliográfica. Revista Científica Arbitrada de la Fundación MenteClara, [S.l.], v. 5, dic. 2020. ISSN 2469-0783.Disponible en: https://fundacionmenteclara.org.ar/revista/index.php/RCA/article/view/202

[vii] Según afirmaba Marshall Rosemberg, casi cualquier estudiante de primaria podría resolver los conflictos que llevan a la guerra a las familias. Si solamente dijéramos “‘aquí están las necesidades de ambas partes, aquí están los recursos. ¿qué podemos hacer para satisfacer estas necesidades?’ los conflictos se resolverían fácilmente. Sin embargo, nuestro pensamiento está tan enfocado en deshumanizarnos los unos a los otros con etiquetas y juicios que hasta el más simple de los conflictos se torna difícil de resolver”. Marshall Rosemberg Comunicación no violenta. Un lenguaje de vida. (1999)

[viii] Animal fantástico de la mitología griega con cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de dragón, contradictoria en su propia constitución y sinónimo de imposibilidad a raíz de esa misma contradicción.

[ix] Este esquema de pregunta respecto a  “qué es lo que alguien está intentado decir y que otro no está pudiendo escuchar” lo aprendí de Marinés Suares y ha sido en mi experiencia una de las intervenciones más efectivas y transformadoras que pude incorporar a mi cajita de herramientas de mediador familiar.

[x] “Parte del axioma —indemostrable como axioma pero que se muestra verdadero— de que las familias disponen ellas mismas de los recursos necesarios para poder tomar sus propias decisiones, aun cuando en la fase de transición del ciclo vital en que se encuentran, estén mermadas en sus capacidades negociadoras y de comunicación”. Ignacio Bolaños p.9 (2008). Hijos alineados y padres alienados. mediación familiar en rupturas conflictivas.

[xi] La preocupación por el incumplimiento de las sentencias fue objeto de tratamiento en la apertura de las V Jornadas de la Magistratura y la función judicial de la Pcia. De Neuquén.

 

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