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número 75 / noviembre 2022
Los hijos en el proceso de mediación
El piso flotante
Gladys Coronati
Biodata
Gladys Coronati
Estudió Abogacía en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco. Mediadora por CIARC. Trabajó 30 años en el Poder Judicial de la Provincia del Chubut y los últimos 15 años en el Juzgado de Familia N° 1 de Puerto Madryn, Provincia de Chubut. Perfeccionó su formación como mediadora en temas familiares en Génova, Italia. En el año 2019, completó su Especialización en mediación familiar con la entidad Consensos. Integrante del Equipo de Mediadores externos del Servicio Público de Mediación, dependiente de la Dirección de Mediación del Superior Tribunal de Justicia de la Provincia del Chubut. Pertenece al Centro de Mediación Privada Madryn.
Resumen
Fue una mediación con un tema recurrente, una solicitud de alimentos para Yamila, de 5 años, no reconocida legalmente. Un abordaje que se nos aparecía lleno de obstáculos: emocionales, legales y económicos. A la primera reunión se presenta Alicia, una mujer joven, instruida, agobiada por la situación y la soledad pero con un discurso vacío de reproches, solo esperanzado en el resultado. Alberto, por su lado, accede a lo solicitado y a mantener una reunión conjunta. A la tercera reunión asisten tranquilos, relajados, se detiene el tiempo, la química entre ellos estaba allí. Yamila era la protagonista, el nexo indiscutido, y la mediación el puente necesario para que se reencontraran en un ámbito perfecto.
Texto
El piso flotante[i]
Gladys Coronati
Esta mediación presencial fue llevada a cabo en el Servicio de Mediación de la ciudad de Rawson, Provincia del Chubut, por María Fernanda Viña y Gladys Coronati.
La mediación fue requerida por Alicia, con el objeto de solicitar alimentos para su hija, Yamila, de 5 años. El padre de Yamila se llama Alberto. No conoce a la niña ni la reconoció legalmente. Se trabajará en reuniones privadas.
Primera reunión
Alicia, de 31 años, llega en horario. Es morocha, tiene el pelo largo y atado, y lleva puesto el uniforme o delantal con el que da clases. Se la advierte apurada y algo desarreglada.
Relata que no está segura del resultado del proceso ya que Alberto, el padre de su hija, no la conoce ni la reconoció, por lo que es posible que no venga o se niegue a lo solicitado. Toma la decisión de convocarlo ya que ve en Yamila un potencial que no ve en su hijo mayor, Saúl, de 9 años: ve en ella a una niña muy inteligente y vivaz y considera que en la escuela pública no podrá perfeccionar sus habilidades. Cuenta que lo hace por y para Yamila, ya que sola no puede y cree que ella se merece algo mejor. Expresa que lo pensó mucho y la situación la agobia.
Alicia trabaja como maestra jardinera en un solo turno para dedicarse a sus hijos, por la noche estudia abogacía. Recibe mucha ayuda de su familia de origen, compuesta por su madre y dos hermanos mayores. No tiene pareja.
Conoció a Alberto cuando lo contrató para poner el piso flotante en la cocina de su casa, una casa sencilla en donde vive con sus hijos. La atracción mutua fue inmediata. “Él es un señor mayor, dejamos de vernos seguido cuando terminó el trabajo y cuando le comuniqué que estaba embarazada desapareció, no lo volví a ver”, relata. Sabe que Alberto es viudo y tiene otro nivel social, por lo que nunca lo buscó, pensando en que una hija a esta edad podría traerle problemas con su familia. Solo quiere que la ayude con una cuota de alimentos equivalente al 30 por ciento de los haberes que percibe como jubilado de Gendarmería para poder mandar a Yamila a una escuela privada. Cree que se lo merece. Alicia manifiesta que estaría dispuesta a tener una reunión conjunta.
Segunda reunión
El encuentro es con Alberto, de 57 años, prolijo en el vestir, educado, bajo de estatura y delgado. Relata que es viudo, tiene tres hijos mayores de edad y tres nietos, y que se lleva muy bien con su familia. Lleva una vida tranquila, le gusta reunirse con la familia y los amigos, bailar y divertirse sanamente. Se define como un hombre de principios.
Es jubilado de Gendarmería y hace reparaciones o trabajos simples en domicilios. Así conoció a Alicia, con quien hubo química instantánea. No tuvo muchos encuentros posteriores a la finalización del trabajo por la falta de tiempo de Alicia. En uno de estos encuentros ella le manifestó que estaba embarazada. Alberto admite que quedó en shock, pero que quería seguir con la relación y reconocer a su hija. En los días subsiguientes, frente a la casa de Alicia, fue increpado por los hermanos mayores de la joven. Lo amenazaron violentamente y le pidieron que se alejara de su hermana y que nunca más aparezca. Él imaginó –aunque no lo vio– que podían estar armados, ya que eran una familia nueva en la ciudad proveniente de otra provincia, con antecedentes penales –se decía que se habían escapado de la policía–. Gente de cuidado.
Pasó el tiempo y nunca más los vio; se cuidó de no pasar cerca de esa vivienda. Sus hijos saben de la existencia de un hermano porque les contó, pero allí quedó todo. Nunca le reprocharon nada.
Alberto acepta la cuota alimentaria solicitada para Yamila y también tener una reunión conjunta para hablar de la niña.
Tercera reunión
Se convoca a una audiencia conjunta, con Alicia y Alberto.
Alicia concurre irreconocible: producida, sin delantal, muy bien vestida y arreglada. Se saludan protocolarmente.
Se le comunica a Alicia la decisión de Alberto de hacer lugar al descuento del 30 por ciento de su jubilación como cuota de alimentos para Yamila. Alicia se pone muy contenta, le agradece y explica los motivos que la llevaron a solicitarlo. Reitera que no era su intención hacerlo pero que su hija es muy inteligente y no encontró otro camino.
Alberto, por su lado, relata el porqué de su alejamiento. ¡Y no surgieron reproches! Nos da la sensación de que Alicia pudo comprenderlo. Aprovechamos el momento para hablar sobre el reconocimiento de la niña y manifiestan que ya se asesoraron legalmente.
Preguntamos a Alicia si tiene una foto de la niña. Ella la muestra y Alberto salta de la silla: “¡Es igual a mí! No tengo dudas, esa niña es mi hija”. Alicia destaca que ella no baila ni le gusta, pero la niña pone música y baila horas frente al espejo, que también le gustaría mandarla a una academia de baile, a lo que Alberto expresa: “¡Igual a mí! ¡Lo sacó de mí! Con mi familia nos reunimos los sábados y después de comer siempre bailamos, ¡amo bailar! ¡Y soy muy buen bailarín! ¡Es igual a mí! Es mi hija, sin dudas, no necesito prueba de ADN”.
Ya hay entre ellos una comunicación fluida. Se cuentan detalles. Alberto sugiere decirle la verdad a la niña, a lo que Alicia manifiesta: “Allí hay un problema serio: ¡siempre le dije que su padre es alto, rubio, hermoso! Es más, Yamila fantasea cuando ve un hombre así por la calle que quizás así sea su padre y no podría, así de una, presentarte a vos como su padre. ¡Sería una desilusión terrible!”. Ante este planteo, Alberto en lugar de ofenderse o formular algún reclamo sugiere que los encuentros sean de otro modo y acuerdan encontrarse en la playa: él se presentaría como un amigo de Alicia, le llevaría golosinas, jugaría con ella hasta entrar en confianza y con el tiempo le dirían la verdad, juntos. Alberto manifiesta que se la presentaría a sus hijos, porque están ansiosos por conocerla. Y dice: “¡Yamila no lo sabe pero tiene una familia grande!”.
Ya se nota la química entre ellos: se miran, se ríen. Con María Fernanda nos disponemos a elaborar el acuerdo.
[i] Este es un relato en honor a mi co-mediadora y amiga María Fernanda Viña, con quien llevamos el proceso juntas y nos quedaron pendientes un café y este paso: hacer pública una mediación que, como muchas, nos sorprende.
María Fernanda se fue temprano y rápido, sin tiempo para nada. Va en tu recuerdo.
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