número 79 / mayo 2024

Mediación en empresas familiares

Mediación en Empresas Familiares: experiencia en Chile

Ximena Regúlez Brain

Biodata

Ximena Regúlez Brain
Chilena, ingeniera agrónoma y dedicada a la mediación hace más de 20 años. Es miembro de una empresa familiar fundada en Chile hace más de 100 años. Cuenta con un Magister en Mediación y continuos estudios en mecanismos de resolución de conflictos y en empresas familiares en la Universidad de Los Andes, en el ESE Bussiness School, en la Universidad Católica y en Boston College, USA. Mediadora en el Centro de Arbitraje y Mediación de la Cámara de Comercio de Santiago, miembro del primer registro de mediadores de empresas familiares en IADEF y miembro del Consejo Asesor de la Fundación Emprender, institución chilena dedicada a acompañar empresarios, principalmente pymes, para potenciar su desarrollo empresarial.
 

Resumen

El artículo aborda la escasa utilización de la mediación en el ámbito de las empresas familiares chilenas, a pesar de su potencial para resolver conflictos y promover la continuidad empresarial. La falta de capacitación en resolución de conflictos y la baja adherencia al Protocolo Familiar son identificados como factores que dificultan la prevención y gestión de disputas en este contexto. La mediación se presenta como una herramienta valiosa para resolver conflictos de manera efectiva, reduciendo costos económicos y emocionales, y promoviendo la continuidad empresarial. Se subraya la importancia de abordar los conflictos familiares en el contexto de la sucesión generacional, y se hace un llamado a incorporar la mediación como una práctica más habitual en la gestión de empresas familiares en Chile.

Texto

En Chile, en el ámbito familiar, las partes en conflicto están obligadas a intentar una mediación previa y obligatoria, en ciertas materias, antes de iniciar una demanda judicial. Sin embargo, en materia civil y comercial no existe aún una ley de mediación vigente, por lo que intentar llegar a un acuerdo, conversando colaborativamente con la ayuda de un mediador, queda sujeto a la voluntad de las partes. En la actualidad, la mediación en estos ámbitos es aún muy poco conocida y utilizada por la población chilena, cercana a los veinte millones de habitantes. Ahora, si hablamos específicamente de la resolución de conflictos en las empresas familiares chilenas, a través de procesos de mediación, es todavía una práctica inusual de la cual los mediadores debemos hacernos cargo.

Se puede definir a la empresa familiar como un tipo de organización comercial creada y gestionada por una o varias familias que, a su vez, controlan el patrimonio y la toma de decisiones, con el firme deseo de continuidad en manos de la siguiente generación familiar. Según un estudio realizado por la Asociación de Empresas Familiares de Chile, en el contexto de la Segunda Radiografía de la Empresa Familiar en Chile, del año 2019, se señala que las empresas familiares -aquellas en cuya propiedad participa mayoritariamente una familia (50 por ciento o más)- corresponden al 41,2 por ciento de las empresas en Chile.  De ahí la importancia del diseño de los planes de sucesión y protocolos familiares. Sin embargo, se estima que solo 50 por ciento de las empresas familiares en el mundo tiene un plan de sucesión formal para traspasar el liderazgo en la gestión de la firma, mientras que en Chile esa cifra se acerca al 15 por ciento.

En relación con el paso de generaciones, Chile no escaparía a las estadísticas mundiales conocidas que señalan que un 80 por ciento de las empresas familiares no llega a la tercera generación y solo un tres por ciento pasaría a la cuarta generación. Sin duda, los motivos son muchos y se podría escribir un libro detallando cada uno de ellos. Pero, me pregunto: los conflictos no resueltos en las relaciones de los miembros de la familia empresaria, ¿serán uno de aquellos motivos? Me atrevo a decir que sí, aun sin estudios que respalden mi respuesta y solo basada sobre mi experiencia por años trabajando como mediadora en empresas familiares.

Tengo la fortuna de haber nacido en una familia empresaria, fundada por mi abuelo español en 1920, que en la actualidad se encuentra dentro de ese escaso tres por ciento mencionado anteriormente, debido a que hoy la cuarta generación es quien está a cargo. He tenido la oportunidad de participar activamente en ella y de conocerla “por dentro”. Y he tenido el privilegio de conocer muchas otras “por fuera”, a través de mi trabajo como mediadora.  Es que, en nuestra cultura, conversar con quienes tenemos tensiones no es fácil y, en las empresas familiares, éstas son transversales debido a que interfieren tanto en los vínculos familiares como en la operación de la empresa.

Pueden existir diferencias en la visión y en los objetivos de la empresa que dificultan la toma de decisiones en temas tan relevantes como la asignación de roles y responsabilidades de cada miembro, la planificación estratégica de la compañía, la distribución de la propiedad y la sucesión, entre tantas otras.

En los últimos años, diferentes entidades y organizaciones chilenas como la Asociación de Empresas Familiares (AEF), el Centro de Empresas Familiares del ESE Business School de la Universidad de Los Andes y Familias Empresarias de Chile (FEC), han contribuido enormemente en capacitar y asesorar a las familias empresarias en temas como procesos de sucesión familiar, planificación estratégica, diseños de sistemas de gobiernos corporativos, y procesos de externalización y profesionalización, entre otros. Todo ello contribuye mucho a mejorar la operación y el rendimiento en la empresa y puede ayudar también en la comunicación al interior de la compañía. Sin embargo, en términos de capacitación en resolución de conflictos relacionales entre los miembros de una familia empresaria, queda, a mi juicio, un largo camino por recorrer. Pareciera ser que nos cuesta mirar, reconocer y aceptar la existencia de problemas en las relaciones y menos aún sabemos cómo enfrentarlos y gestionarlos.

Existe una herramienta muy propia de las empresas familiares y que, bien utilizada, puede ayudar mucho a prevenir conflictos familiares que puedan poner en riesgo la continuidad de la organización. Me refiero al Protocolo Familiar, un documento que incluye un conjunto de acuerdos y normas establecidas dentro de una familia para regular aspectos relacionados con la gestión del patrimonio, la toma de decisiones, la sucesión generacional y otros asuntos relevantes para la familia y sus negocios.

En Chile, actualmente se trata solo de un acuerdo de buena fe entre las partes que lo crean, pues carece de validez legal y, por ende, no existen consecuencias exigibles cuando no se cumple. Sin embargo, cuando el Protocolo Familiar es fruto de un proceso consciente y consensuado entre los miembros de la familia, y es utilizado y respetado como tal, puede ayudar a prevenir muchos conflictos.

Muchas de las empresas familiares chilenas no cuentan con uno y en muchas otras, pese a tenerlo, no se respeta ni se cumple. Esto se debe a que las realidades de algunos miembros de las familias o ciertas situaciones complejas impiden la adherencia al protocolo. Como consecuencia, se desvanece y pierde el sentido de prevención de conflictos, dando paso a las desconfianzas, a las diferencias irreconciliables y a mucha tensión.

La mediación puede ser una herramienta muy útil para resolver conflictos y solucionar las dificultades en la comunicación entre los miembros de la familia, sea que participen activamente o no en la empresa.

Al recurrir a la mediación, pueden resolver conflictos de manera más efectiva en términos de tiempos y de costos económicos y, algo muy relevante, en términos de costos emocionales, debido a que ayuda a facilitar la interacción entre las partes y la toma de decisiones, reduciendo la probabilidad de futuros conflictos y promoviendo, así, la tan deseada continuidad de la empresa.

La mediación ofrece una alternativa adecuada de resolución de conflictos relacionales entre miembros de la familia empresaria y es tan necesaria como recurrir a una consultoría contable cuando existen discrepancias en los estados financieros o balances. Cuando se comparten relaciones familiares y laborales a la vez, aumenta el riesgo de que malas relaciones laborales traigan como consecuencia malas relaciones familiares y, con ello, se incrementa la posibilidad de que aparezcan conflictos que enturbien las relaciones familiares.

Expertos consultores coinciden en que el momento más importante en la vida de una empresa familiar es la etapa de la sucesión, puesto que es vital para la armonía familiar y el éxito del futuro de la compañía.

A su vez, en la planificación del relevo generacional es cuando aumenta la probabilidad de aparición de conflictos. Si éstos no son identificados oportunamente ni gestionados colaborativamente, la ayuda de un buen mediador o mediadora, como un tercero imparcial, podrá contribuir mucho al éxito del proceso y al consenso en las decisiones y acuerdos de las futuras generaciones a cargo de la empresa.

Un conflicto bien gestionado fomenta la creatividad, el compromiso, la cohesión del grupo ante los desafíos, permitiendo una comunicación abierta y la adecuada atención a los intereses de todos los involucrados.

Es imposible eliminar los conflictos, pero sí es factible -y extremadamente necesario- aprender a identificarlos, gestionarlos y resolverlos. De lo contrario, pueden debilitar la cohesión familiar, generar una alta carga emocional e implicar graves consecuencias, tanto para el entorno empresarial como para la propia familia empresaria. Por ello, recurrir a un mediador debiera ser una práctica más habitual en nuestro país, si se quiere prevenir conflictos o gestionarlos constructivamente y de forma adecuada para que los vínculos familiares se fortalezcan y las empresas familiares aseguren su continuidad a través de las generaciones.

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