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número 81 / mayo 2025
Principios, plataformas, palabras y sesgos
Acerca de la esencia de la mediación y los nuevos espacios de conversación en la virtualidad
Ignacio Noble

Biodata
Ignacio Noble
Abogado, mediador, profesor de derecho y doctor en Ciencias Jurídicas. Se desempeña como Director del Centro de Mediación del Poder Judicial de Tucumán; del Departamento de Educación de UNSTA y como Coordinador del Consejo de Investigación de la Facultad de Ciencias Jurídicas de UNSTA. Cuenta con múltiples especializaciones y maestrías en mediación, justicia constitucional y derecho procesal. Es docente de grado y posgrado, investigador en métodos alternativos de resolución de conflictos, autor de libros y artículos académicos, y consultor internacional.
Resumen
El artículo reflexiona sobre la esencia de la mediación como proceso de resolución pacífica de conflictos y su capacidad de adaptación a los entornos virtuales. A partir de los principios constitutivos del método —neutralidad del tercero, protagonismo de las partes, búsqueda de soluciones colaborativas, entre otros— se argumenta que la mediación trasciende sus formas accidentales, como la presencialidad, y se mantiene vigente en la virtualidad siempre que respete su estructura esencial. Se analiza el impacto del lenguaje como generador de realidades y se reivindica la virtualidad como un espacio legítimo para el diálogo, donde se construyen sentidos, vínculos y soluciones. El trabajo concluye con un llamado a repensar los marcos de intervención ante la aparición de nuevas tecnologías como la inteligencia artificial, la holografía y el metaverso, sosteniendo que la mediación sigue siendo la misma en su esencia, aunque cambien sus escenarios.
Texto
I. Acerca de la esencia de la mediación
Para Aristóteles, la esencia de algo es su "qué es" fundamental, es decir, su naturaleza intrínseca y característica que define lo que es. La esencia es lo que hace que algo sea lo que es, en contraste con sus accidentes o características no esenciales que pueden cambiar sin alterar la identidad de lo que es. Mientras que la esencia es lo que constituye la identidad de una cosa, las propiedades accidentales son características que pueden variar sin afectar la esencia misma. Por ejemplo, la esencia de un triángulo es tener tres lados y tres ángulos, mientras que el color o el tamaño de un triángulo son accidentes que no afectan su identidad como triángulo.
Así, para Aristóteles, la esencia es el conjunto de características necesarias que definen a una cosa y la hacen ser lo que es. Entonces, ¿cuál es la esencia de los procesos de autocomposición?
Tomemos como ejemplo al método de mediación, y para ello, vayamos al conocimiento de sus principios constitutivos:
1. Se trata de un método de resolución de conflictos: la mediación, así como también la conciliación, la negociación o la facilitación, son procesos que tienen lugar a partir de la existencia de una o más diferencias entre seres humanos. Según las características de cada metodología, los operadores tenderán a la búsqueda de una solución basada en distintos principios, y será más o menos efectiva dependiendo del conflicto de que se trate.
A diferencia de la concepción moderna de que el proceso judicial —es decir, la justicia formal— es el método más apropiado para la resolución de los conflictos, desde los años noventa, con la irrupción de los MARC (métodos alternativos de resolución de conflictos) en los sistemas de justicia latinoamericanos, las vías para atender las disputas que surgen en la sociedad se han diversificado, de modo tal que es posible sostener que no es el método el que debe definir el conflicto, sino que es el conflicto el que debe guiar el diseño del procedimiento más apropiado para su resolución.
Así, el método aparece como la materialización del procedimiento a seguir para poder gestionar exitosamente un conflicto, y esto no es una expresión de nuestro sistema de justicia actual, sino la demostración de cómo en diferentes lugares y momentos de la historia los seres humanos han diseñado formas pacíficas de resolución de conflictos como instrumentos de cohesión social.
2. Se encuentra a cargo de un tercero neutral e imparcial: a diferencia de la negociación, en donde son las propias partes quienes modifican sus ofertas y demandas para intentar alcanzar una solución aceptable para todas ellas, en el caso de metodologías como la mediación, la conciliación o la facilitación se requiere de la participación de un tercero ajeno a los intereses del conflicto, que pueda presentarse como alguien neutral que acompaña a las partes en un proceso de diálogo hacia la búsqueda de una solución al problema planteado.
En tal sentido, entendiendo que hay mediación desde aquel momento en donde un tercero acompaña a las partes en conflicto para intentar resolverlo de manera pacífica, podríamos decir que su existencia es tan antigua como lo es el propio ser humano, pues:
A. Los seres humanos, como seres sociales, siempre han dependido de la cooperación para sobrevivir y prosperar. Por tanto, resolver conflictos de manera no violenta era esencial para garantizar la cohesión de todo grupo humano;
B. La mediación se basa sobre principios de comunicación y entendimiento mutuo, habilidades que las comunidades primitivas debían desarrollar para manejar disputas internas. En este sentido, debemos considerar que aún en forma previa al desarrollo de la palabra, el lenguaje primitivo en tanto y en cuanto constituía un medio de comunicación eficaz, permitía llevar adelante procesos de entendimiento mutuo para la resolución de los conflictos.
C. Ya desde tiempos muy antiguos, especialmente en las sociedades tribales y más adelante en las comunidades originarias, líderes, ancianos, chamanes o figuras respetadas solían actuar como mediadores naturales en los conflictos. Su rol consistía en promover el diálogo y mantener la paz dentro de la comunidad.
D. Prácticas similares a la mediación han sido identificadas en culturas de todo el mundo, desde los pueblos indígenas de América (los Amaichas con su Consejo de Ancianos; los Mapuches con el Ngütramkan o reunión de diálogo; los Wichí con sus círculos de diálogo; los Qom con la práctica de Asambleas Comunitarias; los Kollas con el principio ayni (reciprocidad); los Guaraníes con el tekoha o lugar comunitario y el Consejo de Caciques; los Diaguitas-Calchaquíes con las Juntas Comunitarias y los Mocovíes con su Consejo de Mayores); hasta las comunidades africanas (como los shona en Zimbabue; los akan en Ghana; o la filosofía del Ubuntu en Sudáfrica), asiáticas (influenciado por el confucianismo en China; la armonía en la cultura japonesa; y los panchayats o Consejos de Ancianos en las aldeas indias) y aborígenes australianas (como los Maoríes a través de hui o reuniones comunitarias; o la práctica del Ho‘oponopono de las culturas polinesias). Esto permite inferir que la mediación, muy lejos de ser un invento reciente, es una práctica común a la humanidad desde sus orígenes.
3. El tercero facilita la comunicación entre las partes en conflicto: otra característica de este método de resolución de conflictos es el rol que desempeña el tercero en el proceso. Si bien ese rol se modifica según nos refiramos a uno u otro método, en cualquiera de los casos resulta esencial el trabajo que el operador realiza desde la comunicación.
Los conflictos no pueden ser entendidos sino desde el proceso de comunicación, donde los participantes interactúan desarrollando diferentes narrativas sobre lo sucedido. Es allí donde el tercero despliega sus herramientas para conducir un proceso de comunicación que promueve el entendimiento mutuo y la resolución colaborativa del conflicto.
Esta labor, aunque abstracta en su composición, tiene efectos palpables en la realidad vivida por las partes, quienes tienen la posibilidad de transformar, junto con el tercero, una disputa en una oportunidad de crecimiento personal y comunitaria.
4. Promueve el protagonismo, la colaboración y la autocomposición: tal vez una de las razones por las cuales este tipo de metodologías ha estado presente durante la historia de la humanidad es precisamente la promoción de valores trascendentes para el mantenimiento de la unidad y de la cohesión social. Referirnos a la resolución colaborativa de los conflictos a través de mecanismos de diálogo en donde sean los propios involucrados quienes participan activamente dándose sus propias soluciones sitúa a la mediación y demás metodologías como instrumentos idóneos para fortalecer lazos comunitarios.
Así como el conflicto y la competencia aparecen como comportamientos inevitables (e incluso necesarios) para el desarrollo de toda sociedad, ello no puede sino encontrar su punto de equilibrio en atributos que armonizan las relaciones y las conducen hacia objetivos comunes.
5. Su fin es alcanzar soluciones mutuamente satisfactorias: ya que en el corazón de estos procedimientos se encuentra algo que en el derecho romano clásico se identificaba como justicia, y que se concreta en la frase de Ulpiano: "Iustitia est constans et perpetua voluntas ius suum cuique tribuendi", que es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo suyo. O, para traducirlo desde los mecanismos de autocomposición, que las personas en conflicto no solo reconozcan y respeten lo que corresponde a los demás, sino que también procuren aquello que les es justo para sí mismas y para la comunidad a la que pertenecen, promoviendo así un equilibrio basado en la equidad y el bien común.
Estas cinco características que hemos desarrollado hasta aquí se encuentran en el corazón de las metodologías composicionales de resolución de conflictos y, siendo así, constituyen su esencia. Dicho esto, cabe considerar si esta esencia que ha permanecido indemne a través de miles de años resiste en su formulación a las nuevas formas de resolución de conflictos, y en lo que a este artículo concierne, a su aplicación en la virtualidad.
II. Nuevos espacios de conversación en la virtualidad
La definición acerca de la esencia de la mediación no es antojadiza, sino que nos ayuda a identificar qué es lo constitutivo del método y cuáles son sus accidentes.
Durante mucho tiempo, especialmente quienes nos formamos en medio de la difusión masiva de estas metodologías en la primera década del nuevo milenio creímos que mediación y presencialidad eran un combo inseparable. Las mejores obras que se escribieron sobre mediación por aquellos años resaltaban las condiciones que debían tener los espacios en donde se desarrollaría este procedimiento, haciendo hincapié en el rol de la mesa redonda como espacio horizontal, democrático y cohesionador para favorecer un diálogo constructivo. Ese espacio, hoy, en infinidad de procesos de mediación ya no existe. Pero ¿la mediación aún subsiste? Claro que sí.
Para nuestra tranquilidad, la mediación va más allá de sus accidentes (siempre que mantenga inalterable su esencia). Pero ¿dónde se encuentra esa esencia? Lo dijimos al inicio: en sus principios constitutivos, que son aquellos ejes estructurantes que nos permiten identificar si algo es o no es; que dan cuenta de criterios normativos y éticos fundamentales que orientan su funcionamiento (más allá de su regulación legal o de su aplicación técnica). Los principios son, en suma, una expresión de la filosofía del método, y funcionan como criterios de interpretación para valorar si, aun cuando algo se designe como mediación en un tiempo y lugar determinado, verdaderamente lo es.
Así como la mesa redonda nunca fue la esencia de la mediación, pues ella existe con absoluta independencia de cualquier objeto en el que pueda pensarse, tampoco lo es la modalidad en la que los procesos tengan lugar. Pero ¿esto es así en un “no lugar”?
Entre las definiciones de la RAE de la palabra “virtual”, la tercera acepción explica que es aquello “que tiene existencia aparente y no real”[i], es decir, algo que no está físicamente presente, pero que puede percibirse, realizarse o experimentarse mediante medios tecnológicos o como representación simbólica.
Mucho hablamos en mediación acerca del poder de la comunicación en su dimensión generativa (y no meramente descriptiva) de la realidad. Explica Echeverría que este es uno de los postulados básicos de la ontología del lenguaje, cuando dice: “…el lenguaje no sólo nos permite hablar «sobre» las cosas: el lenguaje hace que sucedan cosas… el lenguaje es generativo… no sólo nos permite describir la realidad, el lenguaje crea realidades. La realidad no siempre precede al lenguaje, éste también precede a la realidad. El lenguaje, postulamos, genera ser.”[ii]
Siguiendo esta línea de pensamiento, así como el dominio de la realidad puede ser modificado —e incluso creado— a través del lenguaje, la virtualidad se presenta como un "no lugar" que, paradójicamente, cobra existencia plena en la medida en que podemos habitarlo simbólicamente. No se trata de una mera ilusión, sino de un territorio donde se producen experiencias, se construyen sentidos, se activan vínculos y se generan nuevas realidades. La posibilidad de nombrar lo que ocurre en estos espacios, de interactuar, de transformar, convierte lo virtual en un escenario legítimo de existencia y de acción, aunque no se ancle en la materialidad física. Lo virtual, entonces, no es la negación de lo real, sino otra forma de presencia, de ser en el mundo, construida a partir del lenguaje, la percepción y la interacción.
Los procesos de mediación que tenían lugar en la virtualidad una década antes de la pandemia eran tan mediación como los que se desarrollaban alrededor de la mesa redonda, solo que no lo sabíamos. Durante años se denostó el uso de la tecnología como un medio de concreción de conversaciones en espacios de virtualidad que hacían posibles nuevas realidades de construcción de paz entre personas que se encontraban a miles de kilómetros de distancia, y que no tenían la posibilidad de mediar en la presencialidad.
Hoy esta afirmación es evidente: miles de procesos de mediación tienen lugar en ese “no lugar” y, aun así, crean nuevas realidades. En este sentido, lo virtual no niega la realidad: la amplía, la complejiza, la resignifica.
Claro está que esta tesis no nos permite por sí misma considerar que todo lo que sucede en la virtualidad y es catalogado como “mediación” realmente lo sea, como tampoco eran “mediación” muchos de los procesos que tenían lugar alrededor de la mesa redonda, en donde no se respetaban los principios del método. Una vez más: la modalidad de celebración del proceso es un accidente, lo que verdaderamente define a la mediación en su esencia son sus principios.
Cada vez con mayor frecuencia, se nos presentan nuevos entornos, nuevas propuestas tecnológicas, nuevos modos de hacer, pensar y sentir la mediación. La rapidez con que ello sucede no nos da la posibilidad de aterrizar del todo para poder diseñar marcos teóricos que nos permitan valorar con profundidad las consecuencias de estos cambios en nuestras prácticas mediadoras. Justo cuando queremos dar la discusión acerca de los desafíos que plantea la mediación a través de plataformas de videollamadas, aparecen tecnologías (no tan nuevas, pero para nosotros igualmente novedosas) que modifican todo el escenario para plantear nuevos interrogantes sobre el presente y el futuro de la mediación. La inteligencia artificial, el metaverso y la holografía son solo algunos ejemplos de cómo el proceso de mediación va mutando hacia nuevos espacios de conversación, con posibilidades nunca imaginadas allá a mediados de los noventa.
¿La mediación es la misma? Sí, en su esencia. Pero no en sus accidentes. Permanece inalterada en aquello que la define: sus principios, su finalidad, su estructura dialógica centrada en las personas. Pero cambia en sus formas, en sus escenarios, en los soportes tecnológicos que la posibilitan. La mediación que se desarrolla en una sala física no es idéntica, en sus condiciones accidentales, a la que ocurre en un entorno virtual, en el metaverso o mediante la asistencia de inteligencia artificial. Y, sin embargo, si se respeta su esencia, sigue siendo mediación.
No es este el espacio que pueda agotar esta discusión, pero sí pretende ser un punto de inflexión para la construcción de nuevos marcos de intervención, tan necesarios en los tiempos que vivimos, donde mantenernos aferrados a lo conocido, a la nostalgia del pasado, no nos permite enfocarnos en forjar las bases de un nuevo proceso de mediación, que conserva su esencia milenaria, pero se adapta a las condiciones cambiantes del medio para su propia preservación.
[i] https://dle.rae.es/virtual?m=form, consultado el 20/04/2025.
[ii] Echeverría, Rafael, Ontología del lenguaje, Granica, Buenos Aires, 2011, pp. 33-34.

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