número 70 / agosto 2021

Mediar en tiempos de pandemia

El Tiempo de la Pausa

Nélida Reggiardo

Resumen

El presente trabajo busca reflexionar sobre la tarea desarrollada por el equipo de mediadores y equipo interdisciplinario del Centro de Mediación del Poder Judicial de la CABA, durante estos años de pandemia, desde una perspectiva que busca resignificar el proceso de diálogo, encuentros y posibles acuerdos que ofrece la mediación en este difícil entorno de aislamiento, tratando de comprender la nueva dimensión del tiempo para la humanidad. Se procura una mirada reflexiva desde lo filosófico y haciendo pie en la praxis, intenta revalorar este acercamiento que nos propone la mediación y su importancia en este contexto.

Texto

Después del impacto de la llegada de la pandemia Covid-19, que durante el año 2020 nos dejó fuera de juego y en casa, vino la pregunta obligada: ¿seguimos? ¿Cómo seguimos?

Éramos el Centro de Mediación y Métodos Alternativos de Abordaje y Solución de Conflictos de la Justicia Penal y Contravencional del Poder Judicial de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Había que reinventarse y seguir.

Nosotros, que tantas veces defendimos el valor del “cara a cara” como indicador de cuerpos “presentes en un mismo espacio y tiempo”, con la riqueza de la comunicación “no verbal” ahí, para ser leída comunicando un mensaje junto con la palabra,  ahora nos encontrábamos con la necesidad de reformular el valor de aquella expresión “cara a cara”.

Se empezó a hablar de “presencialidad” versus “virtualidad” y comenzamos a darnos cuenta de lo que significaba realmente.

Se redefinieron algunos conceptos, como “cara a cara”. Vimos que la virtualidad nos daba la opción de un “cara a cara distinto”, tal vez “pantalla a pantalla”. Pero que de todas maneras nos ofrecía, a través de ella, la oportunidad de estar uno con el otro en un mismo tiempo y espacio virtual, juntos o en momentos sincrónicos o asincrónicos, pero enfocados -eso sí- en resolver un mismo conflicto, asistidos siempre por un mediador o equipo interdisciplinario que podía reunir a esos unos y esos otros en la búsqueda de la solución deseada.

Hace un tiempo tuve la oportunidad de leer un ensayo filosófico de Byung Chul Han[i]. En él señala que “la crisis temporal de hoy no pasa por la aceleración. La época de la aceleración ya ha quedado atrás. Aquello que en la actualidad experimentamos como aceleración es solo uno de los síntomas de la dispersión temporal. La crisis de hoy remite a la disincronía, que conduce a diversas alteraciones temporales y a la parestesia. El tiempo carece de un ritmo ordenador. De ahí que pierda el compás. La disincronía hace que el tiempo, por así decirlo, dé tumbos. El sentimiento de que la vida se acelera, en realidad, viene de la percepción de que el tiempo da tumbos sin rumbo alguno”.

Nos llamó la atención este concepto de la disincronía porque, a pesar de haberlo escrito en el año 2009, algo de esto se hacía fuertemente palpable en este momento histórico mundial. Es verdad: todo estalló por el aire produciendo un gran e inacabable desorden, que a la vez es percibido como si el tiempo no pasara. “El tiempo carece de un ritmo ordenador”, dice Chul Han. Sí, tal cual. El tiempo va dando tumbos. Todo adquiere el concepto de provisoriedad, y a la vez todo se detiene como si el propio tiempo se detuviera, pero a la vez corre rápido. Nos preguntamos: ¿será la oportunidad para el ser humano de parar y barajar de nuevo?

Este fenómeno de extrañeza a la que nos somete la pandemia afecta nuestras relaciones humanas, e inevitablemente propone una nueva perspectiva de trabajo. La “solitariedad”, o el agolpamiento, según nos toque atravesarlo solos o acompañados, a la que nos empujó el aislamiento, nos abruma por igual. Sentimos que no soportamos más. Aparecen necesidades muy humanas como la de ser escuchados, la de sentir que a otro le importa lo que nos pasa.

Y, curiosamente, de repente los mediadores empezamos a encontrarnos con la sorpresa de que podíamos estar más “cerca” de las partes de lo que podíamos estar en presencialidad. ¿Cómo podía ser esto?

Algo de las estructuras que moldean nuestra intervención se había borrado. En primer lugar, la gente no se traslada, nos recibe en su casa, en su espacio privado. No va a un lugar tan cargado de significado como lo es el “edificio del  Poder Judicial”, en el que probablemente se cruzarían con una fuerza policial. Esto ya nos pone a nosotros en una dimensión diferente.

El mediador es quien va a la casa de la gente. Y ese primer contacto, además, es un “cara a cara”, “pantalla a pantalla” o “voz a voz”- da igual-, pero entre ellos dos solos, sin nadie más. Por supuesto que esto colabora con el acercamiento del que hablábamos antes, porque entonces aparece el mediador como una persona que se acerca a “otra persona” para conversar sobre lo que le pasa, se acerca sin el armazón de la institución.

A la vez, esta desaparición de lo institucional genera un montón de otras cosas, tanto para las partes como para el mediador. Falta el ropaje que viste al mediador “judicial penal”.

Esto implica que será el propio mediador quien deberá construir el lugar que ocupa trayendo la institución, a la par que tendrá que construir la confianza necesaria para la apertura al dialogo posible.

¡Y aquí es donde la magia nos sorprendió!

Porque pese a este cambio tan importante del que les hablo, nos sentimos más cerca de la gente.  Se genera así una apertura para contar “su historia”, la que quieren contarle a cualquiera que tenga disposición de “escucharla”. Y ahí está el mediador que golpeó a su puerta dispuesto a hacerlo. Y es ahí, exactamente ahí, donde el tiempo deja de dar tumbos, y se ingresa en un tiempo diferente, el tiempo de la escucha y el diálogo posible. Posible a pesar de las pantallas, de la distancia, del lenguaje analógico limitado. Se ralentiza.

La pandemia nos ralentizó para enfrentarnos al presente y llenarlo de sentido, o no. Por eso es tan difícil, hay tanto desconcierto y desazón. Venimos de la modernidad acelerada. Dice Estefanía Davila Martín[ii] que “la modernidad, donde el futuro se abre a nuestra acción como un elenco de posibilidades entre las que elegir, la vida buena se define por la riqueza de experiencias que podemos tener. Multiplicar la velocidad podría permitir multiplicar por dos el número de experiencias, y lo que buscamos es el placer que nos produce multiplicar nuestras actividades, es “vivir al doble de velocidad”. Desde ese lugar de hiperactividad a hoy es un abismo que no todos pueden atravesar de la mejor manera.

En este sentido, la proximidad de la escucha de otro puede hacer más fácil ese tránsito. Y así lo entendemos.

Construimos con la gente puentes para acceder a la tecnología, que es la manera de “estar cerca” pero que, a la vez, es tan ajena para algunas personas.  Parte del tiempo de nuestros encuentros es para capacitarlos brevemente en el uso de esa tecnología. Buscamos también construir el espacio, ayudando a reconocer “un espacio de privacidad necesario” para conversar y poder tener una mejor atención. 

Aprendimos que no podemos controlar la virtualidad, y entonces aparecieron nuevas formas dentro de la informalidad y nuevas palabras: “Estás muteado”, “¿se desconectó?”, “sacate la cámara para que se te escuche mejor”, “¿estás ahí?”, “estoy en sala de espera, ¿me abrís?”. Infinidad de formas que aparecieron. Y todo dependiendo de un “sutil hilo”: ¡Internet! Las relaciones humanas pendiendo de un hilo, ¡vaya metáfora de la virtualidad!

Y entonces la gente agradece la escucha, la atención en la escucha. Se cultiva la templanza, el aprendizaje de los distintos tiempos de cada uno.  Y se abre la posibilidad de acceder a una experiencia diferente que nos enriquece a todos.

Un aprendizaje más es que la virtualidad vino para quedarse y combinarse con la presencialidad como una herramienta valiosa, y que sea como sea, siempre que alguien escuche ocurre “la magia”.

Todo este crecimiento que somos capaces de reconocer en nuestro trabajo solo es posible gracias a la permanente reflexión sobre la práctica que constituye la columna vertebral de nuestro centro, y que venimos desarrollando con profesionales externos que nos han acompañado a lo largo de estos años, y que el Centro de Formación Judicial del Superior Tribunal de Justicia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires sostiene.

Queremos traer de nuevo una frase de Byung Chul Han[iii] que, refiriéndose al poeta, dice: “El poeta no lamenta que esta tarde agradable ya haya quedado atrás, puesto que todo tiene su propio aroma. ¿Por qué debería lamentar que la tarde haya pasado? Al aroma de la tarde le sigue la fragancia del anochecer. Y la noche desprende su propio aroma. Esos aromas del tiempo no son narrativos, sino contemplativos. No se dividen en una sucesión. Más bien descansan en sí mismos”.

Hay que detenerse a sentir y contemplar el aroma de este tiempo y detenerse en él para seguir, porque de eso se trata el “vivir”.

Terminamos con unas palabras de José Luis Pardo[iv] “ […] porque el arte de contar la vida (de darse cuenta de la vida, de tenerla en cuenta) no es más que el arte de vivir. Vivir con arte es vivir contando la vida, cantándola, paladeando sus gustos (sapere) y sinsabores”.


[i] Byung Chul Han (2009). “El aroma del tiempo. Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse”, p. Editorial Herder, página 9.

[ii] Dávila Martín, Estefanía, “Una modernidad acelerada y paradójica”- Rápido a ninguna parte-Consideraciones en torno a la aceleración del tiempo Social.-(revistas.unam.mx/indep.php/ras/article/view/54280)

[iii] Ibíd. p. 90

[iv] Pardo, José Luis (1996). “La intimidad”, Pre-Textos, Valencia, pp 29-30.

 

Biodata

Nélida Beatriz Reggiardo
Abogada, mediadora. Jefa de Departamento del Centro de Mediación del Consejo de la Magistratura de la CABA, año 2013. Co-autora de dos libros y de la “Investigación sobre mediación con familias atravesadas por situaciones de violencia”. Docente de “Métodos Alternativos para el Abordaje de Conflictos”, Facultad de Derecho de la UBA, desde el año 2016. Docente del Seminario “Resolución Alternativa de Conflictos”, desde el año 2008, en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.

ATENCION: Si tiene problemas para descargar el archivo, haga click con el boton derecho de su mouse sobre el link de arriba y elija la opción "Guardar destino como..."

.FORMATO PDF:
Para ver los documentos completos es necesario el programa Acrobat Reader. Si no lo tiene puede descargarlo desde el sitio de Adobe de manera gratuita.