número 78 / noviembre 2023

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Cómo resolver conflictos sociales y políticos

César Rojas Ríos

Texto

Claves y premisas

 

César Rojas Ríos, conflictólogo boliviano

 

EXISTEN CONFLICTOS DE TODO TIPO Y DE TODO CALIBRE. Unos suaves y manejables; otros que te meten miedo en el cuerpo. Te erizan la piel pues observas en los movilizados que traen erizada el alma. ¿No hay mal que por bien no venga? Para nosotros esta es la última ratio en la práctica de resolución de conflictos. Insistiremos, una y otra vez, multiplicando las opciones como conejos de la chistera, para evitar que en un conflicto se instale la visión de túnel, donde lo único que se divise como salida sea la violencia resolutiva.

¿Qué hacer frente al conflicto? ¿Por cuál de estos enfoques tomar partido, sabiendo que el enfoque condiciona la intervención? En cierta ocasión, entrevistándome con un dirigente social en la ciudad de El Alto (en mi país, Bolivia), y habiéndole planteado esta cuestión, el dirigente zanjó la pregunta con estas palabras: “¿Qué queremos?”, me dijo y respondió de manera rotunda: “¡Queremos que resuelvan nuestro problema!”.

            Nosotros, quienes nos dedicamos al campo de la conflictología –al estudio como al afrontamiento de los conflictos–, tal vez podemos hacer una reflexión amplia y puntillosa al respecto. Está bien y es lo que corresponde. Pero la gente, en las movilizaciones callejeras, siempre quiere una y la misma cosa: que le resuelvan sus problemas. El conflicto lo aprecian como un huevo: la movilización es la cáscara, pero en su núcleo se encuentra incubando un problema irresuelto y apremiante. Por tanto, tomo esta perspectiva como propia: se trata de resolver el conflicto, lo demás es marear la perdiz, poner en un largo proceso de incubación al huevo. Inclusive el acuerdo no es suficiente, se trata de cristalizarlo y que resulte socialmente gratificante. Pero en América Latina es corriente que se dé gato por liebre, y de ahí resulta la situación anfibia, reproducida y conocida hasta el hartazgo: solución en el corto plazo (acuerdo de bomberos), pero irresolución en el mediano plazo (no se cristaliza el acuerdo y la realidad permanece inalterable).

En consecuencia, como el conflicto tiene que ver con la gente, con mucha gente, opto por este enfoque: nuestro esfuerzo, afán y reto debe estar enfocado a resolver el conflicto. Y, en esta medida, nuestra tarea se asocia con la de los alquimistas medievales: buscamos que el bronce que dio origen al conflicto, sea transmutado a través del acuerdo en el oro de una nueva realidad satisfactoria, y que los rostros sombríos o iracundos de los movilizados puedan ser cambiados –con el paso del tiempo y el cumplimiento de los acuerdos– en otros esperanzados y alegres.

¿Cómo lograr esta alquimia? ¿Por qué método decantarse para conseguir ese acuerdo ansiado? El diálogo, la negociación y la mediación son tres caminos que pueden conducir a buen puerto; pero para elegir uno de ellos es bueno conocer tanto la fuerza del conflicto como la particularidad de cada método. No se trata de una decisión sencilla, donde requerimos, por simetría o contrapeso, un “medicamento” fuerte para un conflicto grave.

            Hagamos el repaso uno por uno.

El diálogo, entendido como una conversación sobria (en su límite inferior) o cálida (en su límite superior), es un buen método cuando se está ante un conflicto centrípeto, existe una controversia, pero prima la moderación en su tratamiento y una actitud de tolerancia entre las partes. En el fondo, las partes tienen buenos sentimientos de base (confianza, sinceridad, apertura), precisamente porque el conflicto no se ha centrifugado (radicalizado y generado odiosidad). Las partes se quieren encontrar y tienen la disposición de arreglar sus desavenencias; entonces resulta posible que las partes no sólo lleguen a un acuerdo, sino a un entendimiento profundo, inclusive interexistencial.

La mediación, entendida como la intervención comunicativa de un tercero en un conflicto, se hace posible gracias a la “voluntariedad” de las partes que acceden y apuestan por este tercero. Esta es la mirada tradicional y la situación clásica, pero existe otra practicada pero no debidamente formalizada. En los conflictos sociales y/o políticos de alta tensión o complejos, donde predomina una tendencia centrífuga e inclusive las partes están entrampadas en una espiral conflictiva, las partes están radicalizadas y llenas de odiosidad, no quieren ni verse ni encontrarse, los sentimientos de base son de desconfianza, hostilidad y agresividad, sólo un tercer lado tenaz, comprometido y lúcido puede lograr encontrarlos y sentarlos a la mesa. Motorizar un proceso que pretende doblar una página que luce lúgubre, porque la violencia resolutiva se anuncia, hacia una zona grisácea o más despejada. En síntesis: el conflicto trae su fuerza destructiva y violenta, el sistema está autocompuesto de animosidad, ¿qué lo puede sacar de esos rieles que van en picada al abismo? Sólo otra fuerza que está por fuera de ese sistema autocompuesto de odiosidad y agresividad, un tercero, un mediador, que activa su saber metódico y su compromiso con una cultura de paz, para lograr la inflexión y la alquimia felices.

En medio del diálogo y la mediación, se encuentra la negociación, entendida como un proceso de compensaciones, concesiones y ampliaciones pactadas, resulta siendo un método idóneo cuando se está ante un conflicto de intensidad media, la confrontación no se ha desbocado hacia los extremos ni tornado maximalista y prima todavía la esperanza de poder encontrar un acuerdo de manera autocompositiva. Las partes se pueden ver y evalúan que deben encarar un proceso de negociación, porque perciben que los beneficios de hacerlo son mayores que los costos de no hacerlo; entonces dan el paso adelante, se sientan en la mesa de negociación y trabajan por un acuerdo (muy satisfactorio, satisfactorio o sencillamente menos costoso que el hundimiento del Titanic).

            Estos temas apremiantes y otros adicionales, son la carne y el huso de mi libro ¿Cómo resolver conflictos sociales y políticos? Diálogo, negociación, mediación y democracia, publicado por el Instituto de Mediación de México. La invitación está hecha.